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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el interés mediático

La profesión de periodista -titulados universitarios, asimilados, incorporados o aficionados- tiene un falso referente al que se venera con la devoción desmedida que se profesa a toda falsa divinidad: el interés mediático.

En su virtud, se persigue a las personas, se les fotografía en cualquier situación, se les atosiga con preguntas estúpidas, se inquiere sobre sus costumbres más íntimas a sus familiares y vecinos, se especula sobre sus aficiones y secretos deseos, y, en fin, se miente sobre cuanto les rodea. Todo está permitido, pues no es el periodista quien elige, sino el público quien lo demanda. Y el público es sabio, siempre tiene razón. (Esta última estupidez la usan, también, mucho los políticos).

Por su gracia a ese ídolo venerado, se hacen también cientos, miles de fotografías a cada personaje empresarial, cinematográfico, artístico, político,..., en todos cuantos actos y eventos participen. Se les sacarán instantáneas también en los que no participan, aunque acudan como público o de incógnito, con la esperanza de descubrirlos en alguna posición de interés mediático. Rascándose el cogote, metiéndose el dedo en la nariz, haciendo un gesto extraño, preciosos testimonios que se guardarán hasta que se encuentre ocasión de ocupar con ella un comentario ad hoc.

Si son artistas del celuloide, cantantes, modelos, ganapanes, playboys y playgirls, triunfitos, etc, el objetivo de tanto fervor puede ser distinto: analizar sus trajes, sus parejas; trasladarles la sensación de agobio en la calle, en la playa, en sus casas, perseguir sus gustos, acompañantes, gestos, pormenores, asaltándolos cuando van a entrar o salir de sus casas, del restaurante, del servicio. Si explotan, mucho mejor. Si lo aguantan, apretar más las tuercas.

Hay un personaje muy educado, al que la edad ha ido convirtiendo físicamente en esperpento, pero que mantiene una lucidez y simpatía notables, al que los media atosigan con furor, con preguntas generalmente impertinentes, y a las que luego -ciertos programas y revistas, no exactamente todos- enmarcan en un tono típicamente burlesco: la duquesa de Alba, doña Cayetana. Se ha construído sobre ella un personaje de ficción, sin duda.

Se inventan incluso falsas anécdotas, tratando de ridiculizarla, a ella y a su entorno. Del fallecido duque de Alba, consorte, Aguirre, sacerdote ejerciente en otro tiempo, se cuenta, por ejemplo, que en los exequias del padre del Rey, protestaba ante los encargados de protocolo porque se le había puesto muy atrás en los bancos de la iglesia, impropio para su rango. Una marquesa que tal oyó, dijo en voz alta: "Si quiere estar más adelante, vaya al altar, y oficie".

El dicho es gracioso, puede tener interés mediático, pero creemos que es un invento. En las fotografías del sepelio, se ve a los duques de Alba en primera fila, circunspectos, sentidos, apenados.

 

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