Sobre la recuperación de la crisis y la creación de empleo
Poder escuchar lo que opinan quienes son ocupan lugares de protagonismo en la situación económica, sea cual sea ésta, es un privilegio. Se recibe información directa acerca de las actitudes, los talantes, la percepción de las incógnitas y las soluciones.
Al mismo tiempo, oir lo que dicen quienes manejan más incógnitas -y, posiblemente, más soluciones- provoca reflexiones y sugerencias, entre quienes se sientan en la sala, agilizando la tormenta de ideas que está en el núcleo de la creatividad.
El Instituto de la Ingeniería de España convocó el 27 de septiembre de 2010 a Miguel Boyer, J, Miguel Villar Mir y Antonio González-Adalid para hablar de esta crisis económica y su valoración de cuándo llegará la recuperación.
El Presidente de la institución, Manuel Acero, al hacer la presentación del acto -ante un salón lleno hasta la bandera- manifestó una inquietud que, seguramente, era compartida por muchos: "Si sigues de cerca el proceso no solamente no te aclaras, sino que te complicas la vida. Cada día me cuesta más entender (la crisis), y lo que se comunica en la prensa, no está claro. (Por ejemplo, el sector de la) energía no necesita ligeros retoques, sino una reforma en profundidad".
Los ponentes no defraudaron en trazar un diagnóstico de la crisis con claridad y sinceridad, y tampoco en expresar sus criterios acerca de las posibilidades de salir de ella en corto plazo, discrepando entre sí -con suave educación- en algunos casos.
El IIE publicará, en su página web, los vídeos de las conferencias, lo que nos excusa de hacer aquí un resumen. Sin embargo, amparándonos en la precaria autoridad que nos concede en ser administradores de este cuaderno, sí queremos indicar nuestro punto sustancial de discrepancia con los ponentes y, en general, con todos cuantos abordan la salida de la crisis actual desde una posición economicista clásica.
Lo enunciamos así: Es una equivocación centrar las opciones de la recuperación económica desde la perspectiva de la creación de empleo. Las nuevas tecnologías destruyen empleo, por su propia naturaleza: permiten resolver los problemas con menos participación del factor trabajo y, en especial, con el de aquellos que tienen menor cualificación, es decir, aportan más de cantidad -medida en horas- que de calidad -medida en incremento de las plusvalías, en relación con los márgenes económicos-.
Por ello, hay que meditar sobre nuevas formas de distribuir las plusvalias empresariales, admitiendo que, seguramente, la remuneración de los tiempos de trabajo como asalariados se convierta en un anacronismo. Por el contrario, las nuevas tecnologías permitirán que algunas empresas -en especial, grandes grupos empresariales- acumulen mayores beneficios.
Esta situación conduciría a que habrá que potenciar los sistemas de seguridad asistencial, señalando una mayor presión impositiva sobre las plusvalías que se generen al capital. El número de desempleados crecerá, pero, en cambio, es seguro que los beneficios empresariales, en los sectores tecnológicos más avanzados, se incrementen de forma importante.
Solamente instaurando mecanismos de control e inspección severos será posible detectar estos márgenes, evitando las evasiones de impuestos y los desequilibrios que propiciarán las opciones que ofrece la globalización de la producción, el desplazamiento de los mercados de consumo de ciertos materiales, bienes y servicios, y la diversidad de posiciones tecnológicas, jurídicas y asistenciales, que se dan actualmente entre los países.
Frente a este planteamiento -es decir, ignorándolo- los conferenciantes se han detenido en analizar las causas de la crisis y establecer sus predicciones de superación de la misma, recurriendo a los viejos parámetros. Pasamos ahora a analizar las posturas individuales de cada uno.
Juan Miguel Villar-Mir atribuyó la crisis a la alarma creada por la crisis financiera en Estados Unidos (agosto de 2007), surgida de una política monetaria excesivamente expansiva y a las pérdidas provocadas por una asunción de riesgos desproporcionada.
La inyección de liquidez a las entidades financieras evitó que la crisis se convirtiera en global, aunque, en algunos casos, el sector aún no está "plenamente curado".
En España, a esta crisis general, se han añadido dos crisis o problemas exclusivamente propios: la crisis inmobiliaria y la derivada de la pérdida de competitividad. Durante muchos años se han construído el doble de las viviendas necesarias (700.000 frente a las 350.000 que absorbería el mercado), por lo que existen más de 1 millón de viviendas que están pendientes de venta.
La pérdida de competitividad viene causada porque nuestra inflación en el período 1979-2007 se ha mantenido 1 punto porcentual por encima de la zona euro. Para Villar Mir, una "buena parte" de la responsabildiad debe achacarse al crecimiento de los costes salariales, que han subido un 27% por encima de la inflación, en tanto que la media europea fue de apenas el 13% y en Alemania, durante los últimos 8 años, se han mantenido prácticamente estables (solo un 0,3% por encima de la inflación acumulada).
Como consecuencia, en España se ha generado bruscamente un gran déficit público, que pasó a ser del 4,1% del PIB en 2008 y del 11,2% en 2009. Traducido a porcentaje de los ingresos públicos, (que son aproximadamente el 11,2% del PIB), esto se traduce en que tenemos actualmente una deuda de más del 30% de los mismos.
(seguirá)
0 comentarios