Sobre Tomás de Aquino y Alberto Magno
Dos de los personajes más venerados por la iglesia católica son una pareja intelectual de hecho: Alberto Magno y Tomás de Aquino, ambos Padres de la Iglesia (y, por tanto, santos). A la advocación del primero como patrono se han apuntado los licenciados en químicas y exactas y a la del segundo, los estudiantes católicos.
El día 28 de enero se conmemora la festividad de Santo Tomás de Aquino (aunque no falta quíen quiere demostrar que no nació en Aquino, sino en otros lugares de Italia, y algunos dudan de que se llamara de verdad Tomás). Fuera su nombre el que fuera, su obra, inmensa, escrita en apenas 3 décadas, deja constancia de su capacidad intelectual y su voluntad sistemática.
Traemos aquí a estos dos colosos de la ciencia teológica, porque representan la imagen ideal de maestro y discípulo, en la que el primero pone la base para que el segundo se proyecte, y salte aún más alto.
Nada que ver con lo que hoy se estila, en el que la mayor parte de los maestros se sienten desmotivados, perdidos ante un alumnado demasiado numeroso y harto apático, al que no están seguros de poder enseñarle algo, y una mayor parte de los alumnos están preocupados por cualquier cosa, menos por aprender; y, mucho menos, por lo que puedan enseñarles sus docentes, a los que desprecian, critican e ignoran, esperando de ellos únicamente el aprobado final que les garantice el pase hacia un hipotético mundo mejor.
Por supuesto, hay todavía muy buenos profesores y muy buenos alumnos. No son la mayoría; ellos y solo ellos tienen derecho a festejar las efemérides de dos personajes que parecen de ficción, pero ahí quedaron sus obras: Tomás y Alberto; discípulo y maestro. Quizá no se llamaban así. Pasó todo hace tanto tiempo... (siglo XIII, para los más despistados)
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