Sobre la catarsis y el desengaño
Parece el título de una historia de amor. Catarsis y Desengaño. Amor y Psique. Calixto y Melibea.
El, algo mayor, no había viajado mucho.Había heredado una tienda de paquetería de sus padres, y, al principio, le fue muy bien. Un local en el que se vendía de muchas cosas, al por menor. Había mandado pintar la tienda, e introdujo algunos productos nuevos, importados de China. No se atrevió a ampliar mucho la gama de negocio, porque, como conservador que era, no quería alirse de la línea de productos tradicionales.
Estuvo en negociaciones para vender la tienda a unos extranjeros. Nada cuajó. Las cosas fueron de mal en peor.Ultimamente se le veía poco, se rumoreaba que estaba enfermo. Aunque los análisis médicos no reflejaban nada particular, se opinaba que no era el de antes. Le faltaba impulso para seguir insistiendo.
Ella, pizpireta y bastante más joven que él, no era de aquí. Hablaba con acento extranjero, y, aunque era evidente que venía de lejos, no se sabía a ciencia cierta cuáles eran sus orígenes. Se conocía, en realidad, muy poco de ella, pero su nombre, sonoro y hermoso: Catarsis, empezó a sonar con fuerza. Era una mujer de rompe y rasga, sin duda. Trabajaba en un Departamento de nuevas iniciativas (o algo así) en una multinacional.
Tenían pocas posibilidades de coincidir, porque eran muy diferentes. El Desengaño se movía en otros círculos, con sus amigos clásicos. Aunque había conocido en su juventud a algunas mujeres -de las familias más acrisoladas de la ciudad-, ahora se refugiaba en los amigos íntimos. Prefería reunirse con ellos. Hacían intensas discusiones sobre el pasado con Crisis, Repetición, Camelo, Piquito de Oro y Embaucadora. Qué buenos tiempos los de antes.
Los presentó Coyuntura, que vivía en el piso de abajo de Catarsis. No se hicieron al principio mucho caso. A ella, él le pareció corto de vista, con aquellas gafas de culo de vaso. A él, ella le pareció una lanzada, una aprovechada quizá, con esas ideas de tirar las cosas viejas y concentrarse en el futuro, sin importar mucho la tradición familiar.Tardaron en darse cuenta de que estaban hechos el uno para el otro.
Un día, Desengaño se animó a llamar a Catarsis. Estaba ya muy, pero que muy desesperado. Estaba a punto de cerrar el negocio. Resulta que sospechaba que los amigos que creía sinceros, en realidad le mentían, actuaban en provecho propio. Se habían hecho ricos a su costa.
Catarsis aquel día no tenía ningún plan especial, queremos decir, alguien con quien salir a tomar unas copas. Funcionó, hubo una chispa. Suena a socorrido, pero lo cierto es que desde entonces empezaron una nueva vida.
Catarsis le cambió todas las ideas, le transformó la casa,. Eliminó de un plumazo todos los supuestos. Le tiró los trastos viejos, que eran muchísimos, puso en liquidación toda la mercancía. Le propuso un negocio completamente diferente, algo relacionado con la creatividad, casi intangible.
Le dió al Desengaño tantas energías, que decidió cambiar de nombre. Ahora se hace llamar Proyecto.
Andan por ahí, y hasta tienen una hija, Ilusión que, por las pintas, ha salido a la madre.
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