Sobre periodismo, insultos y opiniones
La denuncia por injurias del alcalde de Madrid, Ruiz Gallardón, contra el locutor Jiménez Losantos, ha servido para alimentar la actualidad de este polémico converso que ha recorrido casi todo el arco ideológico en sus casi sesenta años de vida.
Jiménez Losantos no es periodista de carrera, sino que pertenece al grupo de aficionados a los media a los que la experiencia ha dotado del bagaje de formas y maneras que sirven para comunicar eficazmente.
No puede decirse, pues, que lo que ejerce es lo que ha aprendido en las aulas, aunque con ello no estamos realizando ningún juicio a favor del nivel que se adquiere en la Universidad, porque, en el caso de los licenciados en información, hay casos que no dejan precisamente alto ni el pabellón de la ética universitaria ni el de la formación cultural adquirida en las aulas.
Jiménez Losantos es, sin duda, un resentido ideológico, que conoce a muchos de los personajes de la política y la cultura españoles, desde dentro, es decir, desde sus contradicciones, miserias y dudas. Ello parece conferirle una autorización especial para apodar, discriminar, insultar y juzgar, según le venga en gana y humor, todo en virtud de la necesidad de comunicar y, sobre todo, de conseguir audiencia.
Jiménez ha dicho en el juicio que le plantea el alcalde de Madrid por haberle espetado que no le preocupan los muertos del once eme, que la información y la opinión están unidas. Nada más erróneo. Una cosa es informar y otra es opinar. La información ha de ser neutral, objetiva. La opinión, por su propia esencia, es sesgada, lo que no la exime de ser sincera y leal.
Aunque Jiménez no haya ido a ninguna escuela de periodismo debería saberlo. Ah, y para conseguir más audiencia lo que no debiera estar autorizado, ni por la propia audiencia ni, por supuesto, por los jueces que hubieran de juzgar su tolerancia, es insultar a nadie en un medio de difusión.
Ni maricomplejines, ni la prima de Gallardón, ni zapatitos, ni...por muy desorientado de lo que supone el buen periodismo que el autor de tales epítetos insultantes pudiera sentirse desde su pasado errante, sin brújula ni destino. Y aunque contara con el beneplácito de la Cope, de parte del episcopado español y del mismísimo lucero del alba.
Hace tiempo que Jiménez no aporta nada positivo a la información de este país, y ha estado contaminando de su mala baba las opiniones que vertía desde su pedestal de locutor muy premiado, antes de perder la razón.
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