Sobre la mujer trabajadora y la realización personal
Nuestra sociedad nos ha urdido una trampa, y hemos caído en ella. El trabajo remunerado se nos aparece, aquí y ahora, como la fórmula idónea para realizarse personalmente, para satisfacer el deseo de ser útil a la sociedad, a cambio de una justa compensación que nos permitiría llevar "una vida digna".
Hay tantos apriorismos en una manifestación como la anterior que, sencillamente, da miedo mirar el pozo al que nos ha conducido la búsqueda de un mejor bienestar. "Trabajo remunerado"; "realización personal"; "ser útil a la sociedad"; "justa compensación"....
En un momento social en el que le hemos puestos adjetivos pomposos a los sustantivos más honrosos, convirtiendo la expresión que combina ambos en un término vacío, cabe también preguntarse lo que debemos entender por "vida digna" ... y, por supuesto, lo que sería una "muerte digna".
El concepto de calidad de vida -alternativa más tradicional a la expresión "vida digna"- ha evolucionado con el tiempo y depende, claro está, del nivel adquisitivo y de la ubicación gegráfica del sujeto.
Pero tener una vida digna resulta, más que nada, condicionado por designios de los conductores de la sociedad. Gentes superiores al resto de los mortales que no están, como podría suponerse, preocupadas por el individuo sino por los intereses que defienden. Que no son sino los de aquellos que les pagan, vamos.
Nuestra mejor juventud trabaja intensamente, con la ayuda eficaz de instrumentos informáticos y telemáticos cada vez más sofisticados, para aumentar el rendimiento económico de sus empleadores. Sin llegar a saberlo, quizá, su "calidad de vida" se realiza a costa de disminuir la de los empleados de mayor edad, a los que sustituyen, que son prejubilados o despedidos sin piedad.
Su mejor "calidad de vida", puede haber sido conseguida a costa de la ética, que es sacrificada en el altar de la eficacia. Y, en general, su "calidad de vida" se logra a costa de asumir un sacrificio personal muy elevado: en tiempo libre, en disfrute de pareja, de los hijos, de los amigos, del resto de la familia.
Las mujeres están ahora en esa rueda, metidas de hoz y coz. Por supuesto que somos fervientes defensores de la igualdad entre sexos. Una igualdad que debe conseguirse, ante todo, desde la igualdad de oportunidades desde la cuna y que demanda una profunda modificación de las pautas sociales, que tardará algunas generaciones en conseguirse, pero que va por muy buen camino.
Lo que no parece haberse iniciado es la reflexión para cambiar el concepto de "realización personal". ¿Nos realizamos más trabajando por cumplir los objetivos de un empresario avispado? ¿Por viajar cada año quince días a un país del que ignoramos casi todo a tomar doscientas fotografías? ¿Por tener un auto más caro?.
¿O nos realizaríamos más si nos fuera posible tener la seguridad de haber ayudado a comprender mejor el mundo en que vivimos, y a hacerlo un poco mejor?
Mujeres del mundo, uníos.
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