Sobre las conmemoraciones de fechas históricas
El dos de mayo de 1808, el pueblo madrileño se levantó contra los franceses, utilizando la rabia como arma que tenían más a mano. Fue un momento muy especial, que el general Murat se encargó de reprimir con sus 30.000 soldados, pasando después por las armas a todos los que fueron apresados en aquella guerra civil singular, del pueblo soberano contra la aristocracia afrancesada y los tejemanejes de la alta política rastrera.
El 6 de julio de ese mismo año, el emperador Napoleón nombraba a su hermano José era nombrado rey de España y de las Indias, promulgando la Constitución de Bayona para conciliar "la santa y saludable autoridad del soberano con las libertades y privilegios del pueblo", mientras se tejía una resistencia al control francés que hemos estudiado, patrióticamente, como "guerra de la independencia".
Pero lo importante ahora, dos siglos después, metida España en la Unión Europea, es analizar, si se puede hacer con tranquilidad, las enseñanzas de aquella manifestación popular y de los efectos que, años más tarde, en 1814, llevaron a poner en el trono español a Fernando Séptimo "El deseado" (en realidad, indeseable), como consecuencia de lo que se entiende como verdadera primera constitución española, la de las Cortes de Cädiz.
Puestos a celebrar actos del pasado, los próximos años del siglo XXI han de ser pródigos en celebraciones. Habrá que celebrar en 2012, el bicentenario de la Constitución de Cádiz, después, el bicentenario del advenimiento de los Borbones en la persona del dicho rey Fernando VII en 2014 y, desde luego, en 2031, el centenario de la segunda República española.
El mismo 2012, y en fecha 16 de julio, tendremos tambíén que celebrar la victoria sobre los almohades, en las Navas de Tolosa. El 10 de mayo del 2013 se debería celebrar el tricentenario del Auto Acordado por el que Felipe V introdujo la Ley Sálica, por la que se daba preferencia a las mujeres en el acceso al trono, ejemplo, sin duda, del talante feminista de aquellos tiempos y que, con fidelidad digna de análisis, perdura en nuestros días.
En fin, que de posibles conmemoraciones andaremos sobrados y, si no, al tiempo.
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