Sobre las aves de alta velocidad y ciertos misterios de comportamiento
Referirse a las aves de alta velocidad es utilizar una redundancia equívoca, ya que no son aves,si bien les falta poco para volar, sino acrónimos que sintetizan la rapidez con la que los artilugios se mueven entre dos puntos dados. Los aves (porque se debe preferir el masculino para denominar a esta categoría superior de trenes) tienen una gestación difícil, y un parto prematuro que suele dejar a sus padres para el arrastre, y a los abuelos putativos -el pueblo llano-, bastante más pobres durante décadas; como los padres son ministros de Estado, generalmente son inmolados en el transcurso de la gestación, por lo que los que asisten al parto acostumbran a ser los padres adoptivos, que cobran la subvención del aplauso popular, mientras los que los engendraron yacen en el sueño del olvido.
Pero, una vez que son puestos en el mundo y hacen sus primeros escarceos, confirmando al poco que pisan buen terreno, no suelen dar más que satisfacciones a los que los utilizan y algún temblor a los que viven en las cercanías, que no suelen coincidir con los que han recibido las compensaciones por el sacrificio que supone que les partan en dos las tierras de labor y los bosquetes, o les horaden los montes protegidos con las teorías ambientales vigentes.
Desgraciadamente, no faltan hijos de mala madre que pueden estar tentados de utilizarlos para indicar a todo el mundo su condición de degenerados -invoquen lo que invoquen-, poniendo bombas bajo sus alas.
Es por eso que las salidas de los aves están sometidos a cómicas medidas de seguridad, porque se deben pasar por los escáner las maletas y bolsos de los viajeros, pero ellos mismos y lo que tengan encima -incluídos sus temibles teléfonos móviles- no necesitan traspasar ningún arco detector. Con ello se mantiene a los viajeros ocupados y se crean algunos puestos de trabajo.
Las plazas de los aves están controladas por sistemas informáticos muy sofisticados, que permiten la asignación de plazas y controlar cuántos viajeros ocupan cada tren. Ah, pero si Vd. desea cambiar el billete para otro tren anterior, el empleado de ventanilla le indicará que va completo. Vd. no tendrá así ocasión de comprobar que, en realidad, ese tren que le hubiera ahorrado un tiempo precioso, tenía unas cuantas plazas vacías.
Finalmente, se echa de menos algún letrero cercano a las ciudades y pueblos más importantes del trayecto, que sean visible desde el propio tren. Así se evitarían algunas confusiones y acertijos de los viajeros orgullosos de sus conocimientos geográficos, y los menos viajados podrían aumentar su conocimiento de la topografía y poblaciones asociadas, aunque fuera a alta velocidad.
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