Sobre los modos empresariales en la política
Seguramente no hubiera sido necesario que Manuel Pizarro, abogado de Estado en excedencia y Ex-presidente de Endesa, entre otros brillantes aspectos de su currículum, se hubiera afiliado al PP para ser incorporado a las listas de candidatos de ese grupo político en una posición muy relevante. Para algunos observadores críticos de su actuación pasada -de los que ven las cosas desde la otra acera, y, además, con cierto desfase-, habría sido en los últimos años "un peón de los dirigentes populares".
Este físicamente menudo profesional del mundo de la empresa y las finanzas, se mueve en los terrenos de la política directa, sin embargo, de una peculiar manera. Rotunda, ácida, rígida. Podría confundirse con ingenuidad, y por algunas de sus expresiones -"acabo de visitar por primera vez los mercados de la Boquería y del Carmelo", parecería dispuesto a hacer creer que se ha caído del guindo hace cuatros días. Como si hubiera estado encerrado en una urna de cristal, atareado en el cometido de hacer más ricos a los accionistas de Endesa, más serios los tejemanejes bancarios, más sólidos los fundamentos de la empresa, cumpliendo con su inmensa capacidad de trabajo los delicados cometidos que se le habían puesto, sucesivamente, en las manos.
Puede que sea cierto que Pizarro siempre se sintió militante del PP (como él mismo ha confesado), y que su identidad con la cúpula del partido sea total, y, por ello, que se convierta en un recambio posible (uno más) si alguno de los líderes de esa fuerza política flaquea. Repite que "tengo mucho trabajo/tengo mucho que leer/debo aprender rápidamente", y, por sus intervenciones, está poniéndose al día rápidamente, a costa de que, absorto en los informes económico-políticos que le deben hacer llegar a miles, no tenga tiempo ni para enterarse de quiénes fueron los ganadores de los Goya en la gala del 3 de febrero de 2008.
Pero para Alsocaire, con el debido distanciamiento, oyendo sus manifestaciones y viendo sus maneras, la situación de este empresario metido a político le trae al recuerdo la de otro extraído de un entorno diferente, también con altas cualificaciones, para servir de activador y motivador de los decadentes ánimos. Nos referimos a la campaña del juez Baltasar Garzón dentro del programa del PSOE, y su bien conocida espantada, al grito de "no es eso, no es eso".
Porque la política, en nuestro país, ha ido perfilando modos y maneras singularísimos, entre los que la flexibilidad respecto a los principios parece una de las cualidades sustanciales para subsistir. Si estás fuertemente convencido de tus ideas, y deseas convertirte en ariete para penetrar con ellas en las filas de la indiferencia de los demás, lo más probable será que no puedas cambiarlas cuando haya que hacerlo.
En consecuencia, tus compañeros de viaje político (los verdaderos profesionales) te acaban dejando de lado, con un par de cuchilladas en la misma espalda en donde te habían atiborrado de palmadas, al darse cuenta de que lo que te sucede es que te creiste plenamente tu papel. Y puede que, a diferencia de Garzón, a Pizarro (por la edad) el retorno a su realidad le coja ya algo mayor, sin tiempo para volver donde solía.
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