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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre lo que enseñan los Reyes Magos a los niños

Ayer, en la tarde del día 5 de enero de 2008, varios padres llevaban escaleras plegables cuando acompañaban a sus hijos en edades de inocencia. La decisión venía señalada por la experiencia, pues era la única forma de garantizar que sus pequeños pudiesen ver a los Reyes Magos de Madrid y a su brillante cabalgata publicitaria. Reyes que, por otra parte, este año volvían a tener ideología, o al menos, pertenecían a cada uno de los tres partidos políticos mayoritarios en la capital.

La noche de Reyes planteó a quien esto escribe, desde la más tierna infancia, problemas de conciencia. ¿Por qué a algunos niños esas Majestades etéreas a las que gustaba el turrón y el coñac, les traían tanto y a otros tan poco (o tampoco)? ¿Por qué los niños malos coincidían con los niños pobres? ¿Por qué a los hijos de Fulanito les traían siempre los juguetes que yo les había pedido para mí?

Me parece que la festividad de los Reyes Magos enseña a los niños, desde antes de que tengan uso de razón, que hay diferentes valoraciones para los mismos actos, y que los méritos de los ricos son siempre más elevados que los de los pobres. Por eso, quien esto escribe, abogaría por la definitiva democratización de la fiesta. Que todos los padres entreguen, de acuerdo con sus posibilidades económicas, el dinero que pensaban dedicar a los regalos de Reyes de sus hijos, a una asociación municipal sin ánimo de lucro, y que, con él, se compre un regalo para cada niño creyente del municipio. Un regalo de igual precio para todos y cada uno, que se reparta al día siguiente, por sus propias Majestades, mediante riguroso sorteo.

Los mejores Reyes Magos siempre me parecieron, por la fiesta y devoción que generan, los de esas empresas con solera que dedican unos dineros para repartir juguetes entre los hijos menores de diez años de sus empleados (antes llamados productores), y los sortean a la vista de todos.

Si la asociación municipal a la que me refiero más arriba fuera capaz de dedicar la mitad de lo que recaudan a llevar algo de alegría a los niños pobres de un país alejado, todavía me parecería más mágico y educativo el mensaje de esos seres misteriosos que llevaron oro, incienso y mirra a un niño que lo necesitaba todo, según cuentan sus hagiógrafos.

Feliz roscón, amigos.

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