Sobre las opciones de Hillary Clinton para ser presidente en los Estados Unidos
Parece que el mundo consolida su propensión a elegir familias que dirijan los destinos de los Estados. Los Kirchner en Argentina han protagonizado una historia bellísima para el folletín, como si se hubiera recuperado la herida dejada por Isabel Perón. Una presidente elegida democráticamente sucede a su esposo en la dirección de los destinos de la Patria moderna.
Ya hemos señalado en estos cuadernos otros ejemplos de la propensión de la democracia a elegir familiares para que la gpbiernen. Los Bush en Estados Unidos son un estupendo/estúpido ejempleo; los Kennedy lo hubieran sido, de no haber mediado ejecutoras manos asesinas de oscuras instrucciones.
El pueblo norteamericano tendría una oportunidad de desagraviar a uno de los mejores presidentes que tuvo en su historia reciente, eligiendo a su esposa agraviada por una historieta de ridículas traiciones sentimentales, como Presidente. Dicen que mejoraría, incluso, la capacidad de su marido.
Pero la Sra. Clinton no debería ganar, porque el país más poderoso de la Tierra necesita convencer a los demás, y a sí mismo, que tiene muchos repuestos, muchas opciones, para elegir presidentes, además de hurgar en tres o cuatro familias. Debe hacerlo, además, desde el partido que es la esperanza de la modernidad para ese país.
La Sra. Clinton no va a ganar las primarias, por tanto. Y, como los demócratas tienen todas las opciones de contar con un presdiente de su partido en las próximas elecciones, Barack Obama ganará a Rudolph Giuliani. Y en el mundo tendremos un aire fresco de nuevas ideas, compromisos y actitudes y, además, teñidas del color que se va a llevar por una temporada.
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