Sobre los que no se enteran
Algunas gentes parecen haberse perdido mucho de lo que ha pasado a su alrededor. Cuando se les pregunta por su opinión al respecto de un suceso que deberían haber conocido, por su proximidad al "lugar de los autos", contestan, encogiéndose de hombres. “No se nada" o "Nunca vi nada anormal”.
Son muchos. Unas veces, los temas son triviales, anodinos, carecen de consecuencias especiales. Pueden ser los que escabullen el bulto al menor conato de una discusión, jamás actuarán de testigos de un accidente que hayan podido presenciar en la calle, nunca emitirán una opinión si se les pregunta al paso para un programa radiofónico. Puede que lo que sí hagan es tirar la piedra si están seguros de que nadie les ve.
Desde luego, no se habrían imaginado jamás que los que eran "una pareja anormal" -sus vecinos del piso de arriba- terminaran acuchillándose, y "no oyeron nada porque tenían puesta la televisión muy alta." Se escandalizarán, eso sí, de que la gente, hoy en día, sea tan poco solidaria -pero no van a aportar jamás un euro a ninguna ONG, "porque a saber quién se quedará con el dinero".
Existe la sospecha de que no se enteran porque no quieren enterarse. No desean problemas, claro. Comprensible: mientras no les afecte a ellos, quieren vivir tranquilos.
Pero la mala noticia para ellos es que algunas historias les afectan, y la indiferencia de la mayoría puede afectarnos a todos. Es el caso de la indiferencia de los millones de honrados y cumplidores alemanes que se convirtieron en cómplices de Hitler porque no se enteraron de lo que pasaba con los judíos cuando el Holocausto, a los que creyeron tal vez "que los mandaban a otro sitio” o que "algo habría hecho".
También hay millones de ciudadanos que no se enteraron de las dictaduras chilena, argentina, guatemalteca, etc. y de sus crímenes contra los disidentes. "No nos dimos cuenta; estábamos a lo nuestro, porque somos gente de orden".
Algunos jueces españoles están persiguiendo actualmente a los presuntos culpables de asesinatos en masa de disidentes y genocidios que otros no quieren investigar.
Puede que algunos españoles crean que con lo lenta y atareada que es/está la justicia en España, habría cosas más urgentes y directas que resolver. Pero, aunque hay que reconocer que ese esfuerzo y dedicación de medios propios para desentrañar tropelías cometidas con otros, no va a tener más que una repercusión negativa sobre nuestra directa economía (nos costará dinero), tal actitud nos enorgullece.
Es una llamada de atención severísima para destruir las excusas de los que no se enteran, no quieren enterarse, porque creen que no iba con ellos.
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