Sobre la homosexualidad y su repercusión social
A las manifestaciones homosexuales, en bastantes países del mundo actual, siguen oprimiéndolos. En algunos incluso, cuando son descubiertos, los matan. Lapidan en otros (o los mismos) a las casadas adúlteras, mutilan a las jóvenes vírgenes, mantienen ritos iniciáticos de la pubertad aberrantes.
La manifestación de la homosexualidad en varones y hembras es, seguramente, una de las maneras de expresar el afecto entre los animales superiores, y que, obviamente, no conduce a la procreación, aunque utilice fórmulas y maneras en muchos aspectos, similares. Esa manifestación produce a los participantes, por lo general, placer, por lo que, en ese mamífero especial que es el hombre, ha permitido construir todo un edificio de racionalización sobre lo que podría ser simplemente una manifestación de la naturaleza sin mayores consecuencias.
No hay ningún estudio independiente sobre la homosexualidad, -ni científico, ni religioso, ni técnico, ni siquiera sexológico-, porque está envuelta en un tabú persistente y contagiada de relaciones de sumisión (y de poder), de miedos (y exhibicionismos), de incomprensión y falacias (y verdades puñeteras). Todo se entremezcla, sin que sea posible deslindar lo natural de lo añadido, lo interesado de lo cabal.
Parece que ya estamos dispuestos a admitir que todos tenemos algo de homosexual en nosotros (en ese sentido de que lo femenino y lo masculino no admiten deslindes precisos). Nadie discutirá hoy que la represión que han sufrido (y sufren) las manifestaciones homosexuales es injusta, e incluso cínica. Pero la cuestión debe ser extraída de su contaminación sexual, para analizarse en su repercusión social.
Y aquí es necesario condenar la utilización de la homosexualidad como factor de dominación y poder. No es una cuestión actual, como pudiera parecer, porque la historia presenta ejemplos de personajes muy importantes que utilizaron su potestad para dominar a otros, también sexualmente. Desde el derecho de pernada a los castrati, sacerdotes, vestales, emperdores, señores feudales, amos, falsos diletantes, etc.
La exhibición del "orgullo de ser homosexual" debe ser considerada como una reminiscencia de la marginación histórica. Los homosexuales deben encontrar su sitio en la sociedad, no como manifestación de singularidad, sino como seres humanos normales, en los que la sexualidad adopta, por propia convicción -no por imposición de terceros ni necesidad- una forma de disfrute que, al no estar relacionada con la procreación, podría ser considerada por algunos contra natura, pero debiera ser admitida por todos como a favor de la libertad del ser humano.
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