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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la relación entre el gusto y el poder adquisitivo

El sentido del gusto, localizado exclusivamente -cuando se sabía menos- en las papilas de la lengua, se ha ido haciendo complejo. Ahora sabemos que se educa, que los sabores tienen múltiples manifestaciones y que, para evocarlos, hay que recurrir a la literatura y, dentro de ella, a la poesía. No se le ocurra a nadie decir que "este vino se traga bien", si pretende estar a tono con los tiempos. Habrá que encontrarle sabores a campo y a melocotón, decir que es suave y aterciopelado en boca y que recuerda esencias de violeta y primavera.

Si de comer se trata, y Vd- quiere quedar en el gruppetto como connaisseur de lo que es cool, en el restaurant(e), o pide solomillo muy hecho (que es como decir, "paso"; o tiene que entregarse a la descripción evocadora de los platos, leyendo la carta de pé a pá, tratando de trasladar a elementos digestibles, las rimbombantes texturas y arriesgadas combinaciones de productos de tierra, mar y aire.

Ese ejercicio de adivinanza le hará sentir la emoción de acertar o no en la comestibilidad de lo que aparecerá en su espacio vital  traído con pompa por el servicio de taula: ¿ternera a la parrilla de huesos de aceituna? ¿milhojas de vegetales de estación con huevas falsas de tubérculo y quenelle de azafrán? ¿espuma de mar al eneldo con reconstrlucciones de coquillas a la manera de Provenza?...

Entre un pincho de tortilla de patata tomado en el bar de confianza y las delicias gastronómicas ideadas por Subijana y el cuarteto divino de la cocina española, hay mucha diferencia, gastronómica y de presupuesto. En un solo plato, la diferencia económica puede venir afectada por el multiplicador cien.

En Madrid Fusión, un año más, los creadores de la restauración han compuesto su circo mediático para demostrar a los que buscan nuevas sensaciones y tienen forma de pagárselas que el ser humano occidental hace tiempo que ya no come para subsistir, ni cocina para hacer más digestibles (puede que, también, sabrosos) los alimentos.

El mensaje es: si Vd. puede pagárselo, no vulgarice el acto de comer, no coma por saciarse. Conviértalo en un espectáculo inolvidable. Déjese guiar por los expertos del teatro y, eso sí, no se olvide de comprar algún fiambre para guardar en su nevera para el caso de que retorne con hambre a su deplorable carnalidad desde el país de fantasía en donde, por unos momentos, le hicieron creer que el Paraíso está en lo desconocido.

1 comentario

Guillermo Díaz -

Es cierto que sólo las personas con elevado poder adquisitivo pueden deleitarse con esos exquisitos placeres gastronómicos, servidos en plato grande, cuadrado y adornado con una "cagadita" en el centro (ah no, que no es un adorno, que es el manjar que voy a comer).

Yo, como mi economía me lo ha permitido he estado en los "templos" de Arzak, Subijana, Arguiñano, Berasategui, Ferrán Adría y alguno mas. Pues, mire usted, además de que no estoy dispuesto a que me den un sopapo monumental por pasar hambre, resulta que, como no tengo el sabor del gusto desarrollado, no me interesa para nada esta cocina.

Como soy un primate gastronómico, dénme por favor una cocina clásica, con unos buenos potajes, un buen pescadito, o una buena chuleta, y dejémosnos de historias. Dejémosnos de chorraditas y vayamos a los sabores primarios.

Eso sí, aunque no diga que es redondo, aterciopelado, con buen paso de boca, retrogusto, de capa alta, tonos florales impregnados de melaza, frutos del bosque y roble francés torrefactado, que el vino sea bueno eh....que ese caldo es el 50% del buen menú.