Uns wird nur das Lärmen angeboten
El XVI Soneto a Orfeo (Segunda Parte) de Rainer Maria Rilke, termina con esta estrofa: “Uns wir nur das Lärmen angeboten./Und das Lamm erbittet seine Schelle/aus dem stilleren Instinkt./” (1)
Acumulo en mi mesita de noche varios libros que varío de tiempo en tiempo y que no leo de forma sistemática, sino más bien al azar, abriéndolos por una página intermedia y rememorando así, al revisar un capítulo, la novela, el ensayo o el poemario del que disfruté, seguramente, hace años.
Rilke es uno de mis poetas preferidos, porque sus poemas poseen una fuerza interior que se despliega a partir de las insinuaciones de un lenguaje cuidado, conciso, sugerente, aunque a primera vista y en la lectura inicial aparezca como tremendamente enigmático.
El terceto que me sirve de inspiración para el comentario de hoy, podía muy bien referirse a la situación por la que atravesamos. Oigo mucho ruido desde distintos lugares y esferas, protestas que encuentro, en no pocos casos, muy bien fundadas. Pitos, palmas, cánticos de gentes que se agolpan ante sedes de partidos, de empresas, de instituciones. Afectados por medidas, injusticias, engaños…
En los corderos, de natural silencioso, la opción de hacer ruido es, en realidad, poco utilizada. Balan para reclamar la atención de la madre, o cuando algo les asusta, o para que se les devuelva al redil al atardecer. Algunos, portando un cencerro, sirven de orientación al pastor para localizar el rebaño.
Fieles a su naturaleza cerril, pacen y engordan, se les trasquila cada temporada y, cuando el pastor encuentra que su tiempo ha llegado, se convierten para él o los mercados en carne apetitosa.
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(1) Mi traducción, fiel al sentido, es la siguiente: ”A nosotros únicamente se nos brinda la opción de hacer ruido./Y, como el cordero, pedimos un cencerro/fieles a nuestro instinto dócil.”
Perdone el lector sabio la referencia cultista, pero no me puedo resistir a evocar, un par de días después de la estulta celebración del Día de los Enamorados, que los Sonetos a Orfeo del maestro Rilke son poemas de amor -de amor intelectual- a Wera Ouckama Knoop, fallecida prematuramente.
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