Sobre las causas de algunas desgracias naturales
Todo el territorio está ocupado. En los espacios más mínimos, estén situados en las cumbres más altas, como en valles, océanos, mares, alturas y profundidas alguien ha puesto su bandera, reclamando la propiedad para sí. En algunos lugares, son los Estados (los más poderosos) los que se han apropiado de lo que no era de nadie, por fines, obviamente, en general, no pacíficos. El subsuelo, sobre todo, alberga minerales, gases y líquidos muy apetitosos para el desarrollo.
Los individuos aislados han reproducido el mismo esquema que las colectividades. En general, comprando o permutando, lo que, por herencia -magnífica figura que también sirve para institucionalizar, en no pocos casos, el despojo- a otros les pertenecía. También, simplemente, hurtándolo.
Como el territorio estaba ocupado, algunos de los individuos sin tierra (pero no solo), especialmente los advenedizos y desarraigados, se han concentrado en apoderarse de los espacio públicos, de los marginales de los terrenos comunales, de las vías pecuarias, de los terrenos que hubieran quedado abandonados. En ese ansia de apoderarse, también, por supuesto, participaron los lugareños, ampliando sus fincas sobre las zonas públicas o comunales, y cercándolas luego.
No pocos de esos lugares estaban situados en zonas peligrosas, por su naturaleza. A las orillas de los ríos y mares, en lugares que la memoria y la costumbre, el sentido común y la legislación deberían servir para avisar de crecidas e inundaciones, mareas altas y aluviones, amenazas y desgracias, han emergido casitas, chalets, urbanizaciones enteras.
No importa que los terrenos limosos que están en los valles y deltas, sean muy fértiles; la edificación sobre ellos es peligrosa, porque están sometidos al riesgo de inundaciones que pueden ser fatalales.
No importa que con el tiempo, esos asentamientos hayan quedado, dada la incapacidad de los estamentos para hacer cumplir la ley, regularizados.
No importa que los terrenos volcánicos, si se les aporta agua y el tiempo ha conseguido formar sobre ellos un sustrato terroso, sean magníficos lugares a los que se les puede sacar un rendimiento pingüe, en producción agraria y en turismo, son lugares peligrosos, sobre todo, en la cercanía de las bocas, de las fumarolas y grietas.
Y, por supuesto, cuando una falla tectónica ha manifestado la inestabilidad del subsuelo, provocando movimientos sísmicos graves, no importa que durante un par de decenas de años no haya habido peligro alguno: volverá a haber un asentamiento de las capas, y se producirán nuevamente terremotos, especialmente, si los terrenos están localizados sobre las fallas activas que están, gracias a los estudios geo-sismológicos, en la actualidad bien detectadas.
No importa que los gobiernos no se preocupen demasiado por quienes se apropian de terrenos públicos, invadan zonas comunales, expropien lo que es de todos para su propio capricho, necesidad o ventaja. La Naturaleza pondrá las cosas en su sitio, inexorablemente, con alguna desgracia natural. Y vuelta a empezar.
(en triste homenaje a los muertos por tragedias provocadas por la naturaleza, en Madeira, Haiti, Michoacán, Armero (Nevado del Ruiz), Bangla Desh, India, y también, Santa Cruz de Tenerife, Lisboa, La Paz, Caracas, Guadalajara, etc. etc....¿hay algún sitio libre?)
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