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Al Socaire de El blog de Angel Arias

El Club de la Tragedia: Preocupaciones acuciantes, celebérrimos y nombres de calles

Mientras esperaba a que una virtuosa de la aguja le ajustase a mi esposa, una prenda comprada en un hipercomercio a sus medidas correctas, repasaba yo (en función de chófer paratodo a la americana), mentalmente, mi aún escaso vocabulario chino -que si existe, me servirá, seguro, para hacer algunas amistades en la otra vida (1)-.

Aburrido por lo prolongado de la espera, me concentré, en un barrio que no es en el que habito, en observar el movimiento de clientes ante un kiosko de periódicos y revistas.

En mi cómputo ocasional, ganó, por amplia goleada, el diario Marca, respecto a los demás medios, -contabilizándolos incluso agrupados-, que recogían información general.

Las noticias económicas del día explican que el país "se encuentra en situación límite", y, como me encontraba en una zona de las que se entienden con menor poder adquisitivo que la media, deduje, en terminología bursátil, que "ya se había descontado" en ese barrio el estado económico en que nos ha puesto el trío maravillas: la ineficiencia de los políticos, la avidez de los grandes empresarios y la ignorancia de los que creíamos que el futuro era como nos los pintaron quienes se llevaron el santo y la peana.

Por eso, porque ya descontamos la desgracia, entiendo que ha pasado a primer plano (aunque tal vez lo estaba ya antes) el análisis minucioso de los fichajes futboleros de temporada, la negativa de Nadal a enfundarse ese chándal diseñado por la mafia rusa para hacernos objeto de chirigota en los olímpicos de Londres y, aunque ya quizá en tono menor, comprender los entresijos de cuanto estén haciendo por el mundo nuestros atletas motorizados, ya sea en fórmula uno, motos de gran cilindrada o en vehículos movidos a pedales.

Los tiempos cambian y las preocupaciones se desvanecen, para satisfacción de los que defienden que la memoria humana linda con el olvido y que, en habiendo salud, lo demás no vale para un peine.

¿Dónde tenemos ejemplos de memoria colectiva? ¿En las hemerotecas, en los cementerios, en los libros de texto? Opino que, sobre todo, el interés popular se refleja en las calles. En los nombres de las calles.

Por ejemplo, en la ciudad en la que tengo puestas mis añoranzas de expatriado (Oviedo) hay todavía calles dedicadas a personalidades que cumplieron algún papel en la historia de las letras y las ciencias -sí, también, a generales y otros militares-, pero apostaría que pocos sabrían reconocer ni uno solo de sus méritos.

Quizá por eso, en esa urbe como en todas, va siendo muy normal sustituir nombres de desconocidos en las calles, dedicándolas a políticos recientes, -aunque no hayan pasado de alcaldes de barrio o concejales de cultura-, a tipos de farándula, a locos y tipos singulares, a corredores (no de bolsa), a toreros, a futbolistas y a otros personajes de la devoción popular, que resultan más acordes con la cultura imperante, la del consumo inmediato.

Estas manifestaciones efímeras de vanagloria, en la que homenajeado y el prócer complaciente comparten placa, contrastan con los nombres que aún subsisten, y que reflejan, con buen tino, la socarronería y sencillez de que disfrutaba otrora el pueblo llano: las calles de Salsipuedes, Canóniga, Campo de los Patos, La Luna, El Fontán, Mon, La Argañosa, Postigo, Tenderina o Paraguas. (2)

La nueva sabiduría popular ha tomado, en fin, sus decisiones respecto a lo que le importa del futuro: la realidad económica financiera que siga el  curso que le pete, pero como fórmula para disfrutar algo de la vida, hay que leer la prensa deportiva.

Conclusión: Los países avanzados en el control de los mercados, nos habrán quitado la cartera,  pero el himno que tendrán que oir en los estadios deportivos los ciudadanos de esas tierras, que sea el nuestro. 

Y cualquier día de estos, cuando tengamos tiempo, hasta le pondremos letra, y entonces cantaremos algo todos juntos.

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(1) Sería evidente, por el sentido de la frase, que me refiero a la (im)probable existencia de la otra vida, y no al vocabulario chino, que no solo tiene existencia demostrable, sino que hasta se me aparece creado, en mi visión egocéntrica, con la pretensión de amargarme las etapas finales de la mía.

(2) Imagínese el lector este circuito: Salga por la calle de San Roque, del antiguo Seminario Diocesano, tuerza por el Padre Suárez hasta cortar la de Fuente del Prado y métase por Fernando Alonso, todo seguido, sin abandonar luego Juan Escalante de Mendoza y, al entroncar con José López Muñiz, terminándola, gire a la derecha por Postigo Bajo hasta el Campo de los Patos. Allí nos vemos.

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