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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Por qué nos pasa lo que nos pasa (2)

(Sigue del Comentario anterior)

5. Escasez de organizaciones complejas regidas por líderes ejemplares. Somos un país de inventores, sin duda, en la que proliferan individuos para sacar adelante una dificultad que implique esfuerzo físico e intuición. Pero nos falta, capacidad para organizar equipos multidisciplinares. ¿Por qué así? Pues porque los que llegan más alto en las organizaciones son cuidadosamente seleccionados por su ineptitud, o, al menos, su "bajo perfil de autonomía", (ya que ésta se asocia con rebeldía), y la selección es tan efectiva, que se cuelan pocos que no cumplan con los baremos de sumisión al sistema, capacidad de adulación, participación en contubernios, comadreo extralaboral.

6. Desprecio de la capacidad emprendedora. El español no tolera el riesgo, que cree no poder controlar -valora en demasía las dificultades de cualquier emprendimiento, y "se arruga", aunque no dudará en criticar a los que se atrevan a hacer lo que él no acometió-. Paradójicamente, le gustan los juegos de azar y le entusiasma creer en un golpe de fortuna. Desde niños, se les educa para ser funcionarios, como destino que, una vez alcanzado, implica estabilidad y...poco trabajo. Hay, claro, funcionarios muy capaces, pero están aislados y, desde luego, no tienen fácil ascender a puestos de responsabilidad en la Administración, porque se convierten en sospechosos de desequilibrar la atonía colectiva. Los partidos políticos se han encargado, además, de completar con afiliados los puestos que correspondían a las convocatorias de plazas públicas, con variadas añagazas sepultadoras del mérito.

7. Marginación de la técnica. Es uno de nuestros males endémicos, a pesar del prestigio ocasional del que disfrutaron, en épocas pasadas, algunos ingenieros y profesionales técnicos. Somos, por los síntomas, más capaces para la creación literaria o artística. Esto es debido a múltiples razones: la confusión de eficacia en el desempeño de una función técnica con la contención de la responsabilidad social, muy mal interpretada por las organizaciones sindicales, que asoció (y asocia) al técnico con el apoyo al capital.

8. Dificultades para profundizar en el tratamiento de los problemas. Nos cansamos pronto de los análisis, a los que no vemos resultado inmediato, y manejamos síntesis apresuradas y, por tanto, erróneas. Caemos con facilidad en el engaño, porque nuestra avidez por llegar al final nos hace ingenuos.

9. Ausencia de reconocimiento objetivo. Nuestros modelos de actuación publicitados son los atletas o aquellos que tienen una facultad extraordinaria, a la que se da una proyección mítica, pero que no resulta imitable. Resulta significativo que una parte nada despreciable de las genialidades creativas no artísticas a las que admiramos (preferentemente, en personas una vez fallecidas) hayan compaginado su trabajo profesional con la creación literaria o el cultivo de alguna de las artes, no pocas veces mantenido durante años oculto en un cajón. La necesidad sicológica de reconocimiento personal fuerza a muchos de nuestros mejores valores a multiplicarse en objetivos individuales, dispersándose o malográndose, viéndose así frustradas, por carecer de apoyo, las expectativas que nos hubieran proporcionado a todos mayores ventajas. Vivimos alimentando un caldo de cultivo de agravios y "mala leche" en el que nadan islotes de descontento.

(continuará)

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