Hacia el pluripartidismo parlamentario
Este Cuaderno está escrito desde la independencia respecto a los partidos políticos, lo que no debe interpretarse -en absoluto- como reflejo de nuestro desinterés por la política. De hecho, quienes hayan venido siguiendo nuestros comentarios, habrán encontrado opiniones acerca de las múltiples cuestiones que afectan a la vida en sociedad y que son, fundamentalmente, regidas por decisiones de quienes gestionan los bienes comunes.
El 7 de noviembre de 2011 se produjo un debate entre los canditatos a Presidente del Gobierno de España, representantes de los dos partidos que, actualmente, suponen las facciones mayoritarias de las Cámaras. Será el único debate antes de las elecciones del 20 de noviembre y había despertado la lógica expectación.
La fórmula elegida, rígida en formato y sin admitirse preguntas de terceros, limitó las cuestiones concretas a debatir -dentro de los genéricos marcos preestablecidos- a la presentación de las propuestas que los propios candidatos realizaron y a sus interpelaciones cruzadas, por las que trataron de descalificar o despertar dudas acerca de la verosimilitud o credibilidad de las intenciones del contrario. El moderador se limitó a actuar de controlador de los tiempos.
El debate fue, consecuentemente, aburrido. Las ideas presentadas, escasas y, desde luego, bien conocidas. Los candidatos repitieron esquemas que han utilizado una y otra vez en su experiencia parlamentaria; parecían encontrarse en el hemiciclo -en una sesión de trámite- y, lo que es más grave, improvisaron respecto a lo que son, ni más ni menos, los programas que, en teoría, deberán regir su actuación -como gobierno y como principal oposición- durante los próximos cuatro años.
La línea argumental de ambas posiciones, resultó trivial: Rajoy expuso, una y otra vez, que el gobierno socialista había mentido al valorar la crisis y que había hecho una mala gestión, de la que el actual candidato socialista era uno de sus principales responsables; y Rubalcaba reiteró que el programa del PP no se iba a cumplir, era confuso en términos cruciales y mentiroso respecto a las verdaderas intenciones.
Seguramente, a medida que avanzaba el supuesto debate y se aclaraba que ambos candidatos no estaban dispuestos -seguramente, porque no las tenían- a presentar opciones de actuación respecto al futuro, crecían las opciones de los partidos que no estaban representados en el plató televisivo.
La mejor solución, hoy por hoy, para España, nos parece el pluripartidismo, como garantía que se tomarán las decisiones más adecuadas, sin caer en personalismos ni en servidumbres del pasado. Ningún partido presenta en su programa un conjunto de propuestas básicas que permitirían salir de la crisis con la mayor solvencia.
Los sensatos coinciden, independientemente de su cariz político, en que el momento es difícil; las soluciones no pueden, por tanto, limitarse a unas pocas fórmulas de manual: no será posible mantener las condiciones actuales, ni en lo social, ni en lo económico, y la necesidad de conducir el cambio obliga a trazar, con valentía, el camino que conducirá hacia la restauración del actual estado de bienestar.
En ese empeño, o colaboramos todos con lo mejor que tengamos, o no nos salva, como diría una abuela de las de antes, ni la caridad.
2 comentarios
Angel Arias -
PILAR NÚÑEZ -