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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las formas de salir de un atolladero

Si, como saben los lingüistas, la riqueza en la variedad de formas verbales para expresar un concepto, refleja la importancia que éste tiene para la colectividad, en el español podemos estar seguros de que nos ha preocupado tradicionalmente una cuestión que hoy está de moda: las soluciones a la crisis.

Se puede salir de un problema o atasco, por pies; es la forma más sencilla y directa. Se puede optar incluso por poner los pies en polvorosa, que es manera de poner, también, tierra por medio. En esencia, el método consiste en encontrar el destino a lo que se tiene más a mano: pies, para qué os quiero.

Hay quien tomaría, en casos así, las de Villadiego, y quien se llamaría a andanas, equivalente, esto último, a no darse por enterado, como si la fiesta (o el desastre) no fuera con uno. Los más avezados, tal vez se pongan en lo peor -esperando que los demás no lo tomen a mal-, aunque los que suelen tener más crédito son los que sin entender de la misa la media, creen que todo el monte es orégano y andan a la que salta, que puede que sea a salto de mata.

Nos gustan más quienes plantan cara, le ponen ganas, y apechugan con el asunto y se comen el marrón o, mejor, hacen que lo coman a los que organizaron el pifostio (que una cosa es ir de héroe y dejar que se vayan de rositas quienes correspondería cargar con el muerto). No siempre, por cierto, lla solución está en tirar para alante, porque a veces hay que hacerlo por la calle del medio y, en todo caso, lo aconsejable es andar con tiento y salvar los muebles. 

Si hay que cortar por lo sano, no debemos asustarnos en que caiga quien caiga,  -cuidando de que no paguen el pato los de siempre, sino los que se lo comieron -. Si no hay más remedio, una fórmula que puede servir para un apaño-está claro que no de forma universal- es poner al mal tiempo buena cara.

Lo que no hay que hacer es confiarse, porque cuando menos se espera, salta la liebre y salen más esqueletos del armario, con la consecuencia de que, después de Guatemala, venga Guatepeor.

Por ello, no está de más ponerse a cubierto mientras dure el chaparrón, y desconfiar de los que dicen ver el final del túnel cuando para los demás es aún noche cerrada y, desde luego, cuidarse mucho, de poner la otra mejilla para que nos den nueva bofetada quienes ya nos marcaron la cara una vez.

Sirve también al caso no confiar en cantos de sirena ni dejar de tener en cuenta que lo mejor es enemigo de lo bueno, y que -se crea o no- a Dios rogando, y con el mazo dando, porque aunque nunca llovió que no amainara, de grandes cenas están las sepulturas llenas, que, además, es imprescindible pagar antes de dejar el restaurante.

Extrémese el cuidado en descubrir lo que se oculta tras una apariencia -que suelen ser, ya se sabe, engañosas-, porque, si de noche todos los gatos son pardos, de día no faltan especialistas en dárnoslas con queso, y hay que estar al tanto de los que hacen de sus gorgoritos, cantos de sirena. Estando, como estamos, a dos velas, a pie enjuto y empeñados hasta el alma, para salir de aquí hacen falta  algo más que buenas voluntades. 

De los que se encumbran para prometer el oro y el moro, cuidémosnos, pues. Que del árbol caído, todos hacen astillas y árboles más altos hemos visto caer.

Por eso, a cuantos nos tiren los tejos tirando a dar en los errores de otros, replicamos que, ante todo, tengamos la fiesta en paz, que arrieros somos. Será conveniente que si no van de farol, pongan todas sus cartas sobre la mesa, sin guardarse ases, especialmente si son de bastos o esapdas, en la manga. No les pedimos que hablen a calzón quitado, que para descubrir si van en pelota (picada o no) no hará falta más que mirarles a la cara y comprobar que tienen limpios los bolsillos.

Ya que estamos al cabo de la calle, no vamos a quedarnos ni escaldados ni compuestos y sin novia; a la mínima, seríamos capaces de cantarle las cuarenta al más pintado y hacer que se le caiga la cara de vergüenza. Que lo que único que ahora pedimos es que los que nos vayan a mandar, tengan lo que hay que tener; con eso sobra y basta.

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