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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre espectadores y creativos

La proliferación de creativos no impide seguir distinguiendo a los seres humanos en dos tipos: uno, reducido, aunque con tendencia creciente -al menos, por autodefinición de los que se van incorporando-, de creativos. Otro, inmenso (en relación), de espectadores.

Identificamos a los creativos no tanto por sus resultados, sino por su voluntad. Bastantes de los nuevos creativos surgen como consecuencia del deterioro de los conceptos artísticos y, también, del aumento del tiempo sin destino y la proliferación de talleres de creatividad para que los desocupados de toda índole no se depriman demasiado.

El creativo expresa, con su obra, con su realización, cualquiera que pueda ser su valoración objetiva (si es que tal existe), una carencia: la necesidad de cariño, de ser estimado y valorado.

En la otra acera, los espectadores se concentran únicamente en el disfrute de lo que otros ponen a su alcance. Lo utilizan, lo consumen, lo aprecian o desprecian, emiten un juicio o se lo callan, y se van con su sentimiento a cuestas, para ellos solos.

El creativo no disfruta por la contemplación -ni siquiera de su propia obra, a la que, si es genuino, verá siempre imperfecta-, sino en los efímeros momentos en que el espectador le manifiesta que le gusta lo que ha creado. Lo que ha creado, en general, no para un espectador concreto, pero que ha acabado convirtiéndose en su destinatario, en su único destinatario, comensal exquisito de esa felicidad que la obra ha hecho surgir en él.

Afortunados quienes se saben reconocer únicamente como espectadores, porque de ellos será el reino de los cielos. Porque, muy seguramente, si existe alguien por encima de nosotros -con mayúsculas o con minúsculas-, y ha creado cuanto vemos -o la mayor parte-, lo que espera de nosotros es que nos manifestemos en la contemplación, y cerremos así el círculo de la relación creador-espectador indicándole que apreciamos lo que ha puesto al alcance de nuestros sentidos.

Esa religión/devoción no necesita intermediarios.

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