Sobre las predicciones de Casandra, el Apocalipsis y el IPCC
En noviembre de 2011 se hará público el V Informe sobre las previsiones de cambio climático, que recoge los datos y, sobre todo, las conclusiones, del panel de expertos agrupados bajo las siglas IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change).
No hace falta haber tenido filtración alguna respecto a lo que esos eruditos están acabando de lavar y peinar -con base en miles de simulaciones que pretenden descubrir por dónde irán los tiros del aumento de la temperatura del planeta vinculado a un gas que hasta ayer mismo creíamos inofensivo-.
El Informe vaticinará que estamos peor que cuando se empezó a tomar consciencia de que la Humanidad se encontraba, en realidad, en algo parecido a una caja cerrada y nos estábamos ahogando en nuestros propios desperdicios.
Los 3.000 sabios nos avisarán, con profusión de gráficos y tablas, de que la velocidad con la que nos movemos hacia la catástrofe final es creciente, y que, por tanto, los tramos para tomar decisiones que disminuyan los efectos destructores de ese calentamiento, se han reducido. Algunas consecuencias ya no podrán evitarse, y habrá que adoptar medidas paliativas, no correctoras.
Como le sucedió a Casandra, la pitonisa que se atrevió a despreciar el amor de Apolo, las predicciones del IPCC son correctas (en todo caso, tienen la intención y el aspecto de serlo), y avisan del peligro, pero no se les hace caso.
Las razones son contundentes. Hay otros temas que aparecen como más urgentes, según los cristales con que se miren: la crisis económica, el desempleo, la amenaza terrorista, la hambruna en amplias zonas, la prima de riesgo, el pago de la hipoteca, la mejora educativa, las vacaciones de verano, ampliar mercado en China para los europeos o en Europa para los chinos, superar el cáncer, controlar la aerofagia, conseguir una subida de sueldo, sobrevivir hasta mañana, etc. etc.
Existe un libro misterioso, incluído entre las Sagradas Escrituras cristianas, llamado Apocalipsis, atribuído a Juan, el discípulo que fue amado por una encarnación de Dios que se detectó hace dos mil años. Como es sabido, Apocalipsis significa "Revelación", y el escrito parece ser un conjunto de profecías sobre cosas futuras, de las que se dice que la mayoría no se cumplieron aún.
Si el lector ha tenido alguna vez el interés de leer ese libro profético, convendrá con nosotros que, al margen de la belleza de las imágenes poéticas de las que está imbuído, no se entiende nada, no se puede deducir nada. Resulta, pues, inútil, para prevenir.
Juan, Casandra y los del IPCC son tres formas de predecir el futuro sin consecuencias prácticas para quienes podrían haberse salvado. Aunque, al menos, en caso del grupo de agoreros citado en último lugar, nos coge confesados (en el sentido de "reconocer o declarar, obligado por la fuerza de la razón u otras causas, lo que por sí mismo no hubieran reconocido").
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