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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el desprecio como argumento

El dicho popular expresa que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Ese argumento parece haber calado muy hondo en quienes nos quieren convencer de que tienen soluciones.

Para estar persuadido de que lo que el otro pueda aportar -o esté ya realizando- carece de valor, es preciso, básicamente, disponer de un catecismo -un dogma, unos principios- que nos den la secuencia de fórmulas mágicas a las que recurrir como tabla de salvación en cualquier momento de la discusión.

Hace ya tiempo que los partidos políticos, preocupados por ocupar el centro, que es donde está el calor de los votos, no exigen aprender a sus militantes -ni siquiera a los que ocupan puestos relevantes- la totalidad de esos idearios.

Con cuatro frases prendidas con alfileres y un par de recursos para encrespar la polémica, se construyen así supuestos debates interminables y muy aburridos. Los "Ud. no tiene ni idea" o "Estoy completamente en desacuerdo" son coletillas exasperantes, tenidas por muy útiles, para descolocar al contrario y, ganar tiempo para proseguir con un torrente de frases elevadas de tono en el que se repetirá, hasta abrumar, las frases del doctrinario que se tengan aprendidas de memoria.

Puede que se consiga con ello aturdir al contrario y hasta entusiasmar a las audiencias, pero no hay ahí soluciones, solo jarabe embriagador.

Si no podemos aceptar que existan, en el terreno de las ciencias sociales -por no decir en todas- verdades absolutas, mucho menos estamos de acuerdo en que la mitad (o casi) de una población tengan la razón y la otra mitad estén en el error.

Y con la misma base por la que hemos lamentado que existan pueblos enteros que aún no se han dado cuenta de la tremenda rémora que supone despreciar las aportaciones que harían las mujeres, tenemos que expresar también nuestra desazón por el esfuerzo por parte de algunos en provocar una dicotomía en las soluciones a los problemas, como si hubiera un único camino aceptable, del que ellos tuvieran la llave para abrir el candado que impide el acceso.

Nos inquietan, por ello, bastante, los que piden un adelanto inmediato de las elecciones generales, argumentando simplemente que el Gobierno actual español está agotado o carece de soluciones para los problemas y que lo que hace falta es cambiar a las personas, para que puedan llevar a cabo un programa que aún no se ha explicitado más que desde la crítica al contrario.

No creemos que los tiempos permitan hacer lo contrario, en nada. Se puede, eso sí, mejorar lo que se tiene e incluso hacer lo mismo, con más capacidad o fortuna. Por eso, más que apelar al final de una época del socialismo -que hace tiempo que no gobierna-, nos gustaría oir más, mucho más, acerca de las opciones para perfeccionar o corregir -explicando en qué y porqué- lo que tenemos, enderazando lo que ha ido mal.

El desprecio como argumento nos parece, sin más, un mal recurso. Deberían exponerse, por unos y otros, las ideas que se pretende llevar a cabo desde el poder. No improvisaciones, programas. Oir, una y otra vez, que el contrario está equivocado, que no sabe, que no puede, sin expresar con claridad lo que se haría cuando -como es previsible- se le venza en las urnas, nos hace sospechar que, más que con un cambio de guión, nos encontraremos con un  cambio de decorado.

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