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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre grandeur y sentiment d´inferiorité en la península francoibérica

Sobre grandeur y sentiment d´inferiorité en la península francoibérica

Los españoles hemos asumido historicamente que la tremenda barrera de los Pirineos completaba el trabajo del mar sobre la Península ibérica, transformando nuestro territorio en una isla.

Durante una época reducida y, en realidad, por impulsos conquistadores impropios de nuestra naturaleza -siendo proclive a mirarnos el ombligo y a la abulia- se han escrito unas páginas que figuran en nuestra Historia, pero sobre todo, en la del orgullo del Imperio austrohúngaro e incluso del francés, que se construyeron como mandan los cánones, invadiendo a los vecinos y esclavizando los de otras razas, sin escrúpulos religiosos ni zarandajas o vainas.

A este respecto, y aunque se han hecho esfuerzos por reconocerles a Carlos III -e incluso a Alberto Ruiz Gallardón- el privilegio de haber sido los mejores alcaldes que ha tenido Madrid, son seguramente mayoría los que piensan que el galardón se lo merece Pepe Botella (menos conocido como José Bonaparte Primero). Que, por cierto, y si bien analizamos la genealogía, c´est tout pareille, mon coeur.

La verdadera península respecto a Europa en la que está incluída España tiene su itsmo natural en Francia, y es controlada simultáneamente por la grandeur francesa y el sentimiento de inferioridad de los españoles.

Ambos prejuicios, el uno arraigado en el pueblo francés y el otro, padecido como síndrome colectivo por los españoles, han venido a caracterizar el distanciamento entre las poblaciones de gabachos y toreros que, recíprocamente se malentienden, se ignoran, se critican, con y  sin razones.

Pero, a pesar de los pesares, nuestra cultura -administrativa, técnica,  literaria- sigue siendo en buena parte francesa, y aunque la construimos/destruimos desde la admiración conjunta hacia lo alemán, del que los franceses quisieran distanciarse claramente y al que nosotros, cumpliendo la regla del salto directo (ésa que preconiza que siempre se sentirá más simpatía por el jefe del jefe que por el jefe directo), conscientes de no llegar a la altura de sus zapatos, hacemos guiños de afecto tan desproporcionados como ridículos.

(N.B. El dibujo que incorporamos a este Comentario fue realizado en un almanaque Myrga el 29 de abril de 1973.)

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