Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

En el día de la mujer trabajadora, haciendo un repaso

Ni siquiera lo que es objetivamente bueno, lo es sin matices.

El reconocimiento de la igual capacidad de ambos sexos, venida de la posición menos rotunda de no discriminación de la mujer y, en algunos sectores, encastrándose hacia la insolente discriminación positiva, no tuvo un camino fácil desde el desprecio hacia lo femenino.

Porque la mujer se consideró, en una mutación de valores provocada en no se sabe bién en qué momento de la historia, más débil, más frágil, menos inteligente. Un objeto hermoso; alguien necesitado de protección especial; un ser de poco o ningún valor, no apto para la guerra, aunque sí para el trabajo; una esclava; una prostituta o un objeto carnal; un estorbo; la mitad en valor de un varón...

No alardeemos de nuestra hipotética sensibilidad para defender lo más adecuado para resolver todos los casos. Hay anécdotas archirepetidas que sirven para apuntar hacia luces y sombras, abriendo polémicas que resultan muy del gusto de los que a todo le quieren dar la vuelta sin profundizar en el meollo.

En su momento (ayer, 1931, Congreso de los Diputados), cuando se abrió -con las reservas de quien no está seguro de que el vino no se haya agriado después de cientos de años en las barricas abandonadas en los sótanos de lo que es más urgente, oportuno o conveniente- el debate sobre el sufragio femenino, Victoria Kent y Clara Campoamor, las dos únicas diputadas de aquella República heroica, discreparon sobre lo que era mejor. Ambas tenían razón, posiblemente.

Se nos llena hoy la boca con la defensa de la paridad de sexos en los Consejos (mujeres: Alicia y Esther Koplowitz y las hijas de la segunda, Ana Patricia Botín, Amparo Moraleda, María del Pino, Covadonga O´Shea,...; pero también podíamos apuntar a cómo se eligen los hombres más capaces, tantas veces después de pasar los filtros del linaje y calibrar la fuerza de los dineros).

Nos llevamos las manos a la cabeza ante tanta violencia de género (aquí corren más peligro las Merylin, Betsabé, Celia Ignacio,...; pero no se puede generalizar: entre los asesinos hay gentes de orden con permiso de armas,  amantes despechados hábiles con la navaja o el martillo).

Estamos aún lejos de las 3 mujeres asesinadas a diario, en escalofriante promedio, en Turquía, (ese país cuya cercanía nos es imprescindible a la Europa bamboleante). Puede que lleguemos, si nos obstinamos en hacer publicidad de la locura, del desprecio al otro, de la "prostitución consentida", de "fórmulas para disfrutar plenamente del sexo" en las que la mujer cuenta como adminículo. Puede que lleguemos, si animamos a los adolescentes a que sigan los instintos de su naturaleza... y si, desde las alturas, confundimos igualdad de género con técnicas de folclore electoralista.

A favor del trabajo de la mujer, por supuesto. Pero, aún más, a favor del acceso sin trabas a la cultura, a la formación, al ocio. A favor de que la mujer, a igualdad de tarea, gane lo mismo que el varón de idéntica capacidad y desempeño, por supuesto. Pero no a costa de que el ("gran") empresario se beneficie más porque tenga la opción de elegir entre mayor oferta de trabajo.

A favor de que la mujer pueda realizarse con un trabajo adecuado, digno (qué palabra), leal, útil, remunerado adecuadamente. Claro. Pero no presentando como si fuera un logro su acceso a los Ejércitos, al frente de las batallas, a los trabajos más duros, las tareas de máximo riesgo. Y también a favor de otras formas de realización que no impliquen necesariamente trabajar para otro, sino por otros. Para varones como para hembras.

Hay tanto por hacer...se cuelan tantas voces que distorsionan el mensaje. Convivimos con tantas trampas, que a veces, creyendo avanzar, giramos en tiovivo.

0 comentarios