Sarkozy utiliza a España como calzas
El presidente francés Nicolas Sarkozy, que se encuentra en campaña electoral, ha aprovechado el 5 de abril de 2012 una alocución en la localidad de la Costa Azul llamada Saint Raphaël, para exponer ante un grupo de compatriotas más bien escépticos la razón por la que deben votarle a él y no al candidato socialista, François Hollande:"À nos compatriotes qui veulent la gauche, je veux dire : vous aurez la Grèce ou l’Espagne".
La expresión ha sido inmediatamente criticada por representantes de los partidos socialistas franceses y españoles (no así por el Gobierno español, alguno de cuyos miembros la ha incluso justificado). Pero, para mí, la cuestión tiene dos vertientes, que me gustaría exponer brevemente:
a) Por una parte, refleja el comportamiento insolidario de Sarkozy, que emite un juicio negativo sobre la situación española que nadie le ha pedido y para la que carece de legitimidad. Es una injerencia en la política de un país amigo, de un Estado vecino y socio comunitario, que está tratando de apechugar con una crisis que aún no sabemos cómo se ha presentado entre nosotros, pero cuyos orígenes no estuvieron aquí y no vamos a ovidarnos de ellos: el colapso de las subprime, la avaricia del capitalismo de alto nivel, la insolidaridad internacional.
b) Pero, por otra, refleja el concepto que tiene de la izquierda una persona que ha llegado al más alto nivel de un Estado, como el francés, que pasa por ser modelo de democracias y que tiene, en su escudo, las tres palabras que son la clave de la socialdemocracia: libertad, igualdad, fraternidad.
No tendrían Francia, ni España, ni cualquiera de los países occidentales, el grado de avance en esas tres coordenadas, sino fuera por la presión de las clases más desfavorecidas, unidas a la intelectualidad comprometida, contra la avidez del capitalismo internacional.
Ese respeto a la izquierda (la que defiende honestamente que el Estado es la mejor manera de repartir mejor lo que se tiene y que hay que dar, desde él, información general sobre necesidades futuras y garantía de oportunidades a los que menos poseen para que puedan alcanzar, por sus méritos, los niveles de mayor privilegio, porque eso nos beneficia a todos), es del mismo tenor que el que hay que conceder a la derecha (cuando, con idéntica honestidad, defiende que hay que el mercado es la única forma válida de estimular a los que ya tienen y atraer a los mejores de quienes quieran mejora su posición, para que, con el capital de algunos y el trabajo de todos, se obtengan nuevos recursos con los que se podrá mejorar el bienestar total y se habrá premiado a los que saben aprovechar las oportunidades, para que encuentren otras).
Lo que no se puede tolerar es que se utilice al país vecino para ponerse calzas con la que disimular la cortedad intelectual de quien se postula para repetir como mandatario de un país al que hemos entregado una parte sustancial de nuestro comercio y a cuyo presidente, hace apenas un par de meses, en Madrid se le otorgaba el Toison de Oro, la más alta distinción española.
Que nos la devuelva. Y que, como ya manifestó en otra ocasión, haga lo que más le gusta: retirarse con su tercera esposa a disfrutar del dinero que, gracias a su eficaz gestión, ha conseguido sustraer honradamente a los franceses, le hubieran votado como si no, en anteriores ocasiones.
Con ello, además, dejaremos de ver la imagen ya un tanto apestosa del mandatario francés dándose ostentosos arrumacos de contubernio con la representante de la alemania unificada, y podemos empezar a ver nuevamente algunas luces en el objetivo de una Unión Europea que tenga de lo primero más que un nombre que, por el momento, no la caracteriza.