Sobre la investigación y el desarrollo económico
La investigación podría definirse como el proceso sistemático por el que se pretende encontrar la solución a un enigma.
Condicionados por los mensajes políticos, seguramente muchos pobladores de los países semidesarrollados, como España, pueden creer que investigar es clave para el desarrollo. Realmente, a menudo se habla de "investigación y desarrollo". Ministerios, centros de experimentación y departamentos de empresa combinan en sus siglas lal i+d de este aforismo.
A nivel de un país, no lo vemos tan claro. Los enigmas aún abiertos para el ser humano son tan numerosos, que dedicar medios sin otra orientación a investigar, no servirá para mejorar otro desarrollo económico que el de los afortunados que hayan sido elegidos para vestir la bata blanca (intelectual o física).
El desarrollo económico de un país nos parece, por el contrario, esencialmente ligado a dos ejes: la disponibilidad natural de recursos y la consecución de una élite intelectual y moral que consiga dinamizar, de forma persistente, la combinación de los factores de producción básicos (trabajo, capital y materias primas) en proyectos expansivos.
Podemos llenar la pizarra de falsos ejemplos con los que se intente engañar en la demostración de que el dinero dedicado a la investigación ha producido logros fundamentales para la Humanidad. En realidad, los avances sustanciales en la técnica y en las humanidades han sido resultado del azar, de un trabajo individual -o de un grupo restringido- desarrollado incluso en penuria, a veces incluso, con desconsideración o menosprecio por parte de otros.
No será necesario -suponemos- extenderse sobre los equipos de investigación, los centros de desarrollo y los laboratorios de gran proyección teórica, que han sido creados a bombo y platillo en este país, y que han sucumbido en el olvido, dispersos sus investigadores, oxidados y rotos sus caros equipos y desconocidos sus prometidos resultados brillantes.
Si queremos un país que supere la frontera entre el subdesarrollo y los países avanzados tecnológicamente, dotemos de calidad y medios a alguna de nuestras Universidades. No podemos a todas, pero concentremos nuestra potencialidad en unas pocas. Estamos haciendo lo contrario, dispersando efectivos entre 17 comunidades autónomas, creando cátedras y centros de investigación en cada esquina, pretendiendo acuerdos empresa-Universidad sin rumbo cierto y, en fin, despilfarrando lo poco que tenemos.
(Nota: Habíamos pretendido realizar el Comentario a la conferencia del catedrático de la Pompeu Fabra, Andreu Mas-Colell que pronunció en la Fundación Rafael del Pino el 17 de mayo de 2010.
El presidente de Barcelona GSE, miembro en el Centre Europeen de Recherches no estaba en su mejor día, y resultó bastante ininteligible su discurso, que alcanzó más brillantez en el coloquio. En esencia, estamos de acuerdo: Hace falta construir una base científica fuerte y el impulso político tiene que ayudar a orientar las lineas de la investigación preferente, apoyando lo que funcione bien y cuidando los modelos organizativos, para que no se produzcan despilfarros.
Menos teatro, en suma, y más continuidad, animando y dando apoyo a los mejores -para lo que hay que generar mecanismos que los detecten con objetividad-, y dejarse de sustentar fantasías, plumajes y oropeles, que solo sirven a quienes los lucen)
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