Sobre los chisguetes de expertos en jeribeques
Si de aquel chorro de voz al cantante solo le quedó un chisguete (que es un chorro fino, aunque violento), tiene su intríngulis hablar de lo que nos dejan los expertos en jeribeques (es decir, contorsiones)y, muy especialmente, aquellos maestros en poner el careto para recoger las mieles en acontecimientos y acciones de mérito en los que no han tomado parte más que a la hora de la chicha, escabulléndose si hay que poner el callo.
Esta forma de actuar tan despreciable si se la contempla desde arriba -desde esa distancia con la que los que no son de este mundo miran lo que hacen sus congéneres- es muy apetitosa para los hijos de las tinieblas y, por eso, puede ser tenida por tan antigua como el hombre mismo, ahí donde empieza a tener consciencia de que hay un más allá en el más acá.
El propósito de perdurar coexiste desde que el mundo es mundo con el de demostrar a los contemporáneos lo importante que es uno, pero ahora está mucho más generalizado. Cuando contemplamos en los Museos los retratos y esculturas de tanto principal del que el paso del tiempo no nos ha dejado ni su nombre, ni -lo que es mucho más lamentable- el del artista, podemos reflexionar sobre lo efímero de la mayor parte de las glorias.
Pero en la actualidad, en donde lo que se ponga o haga pensando en el futuro importa mucho menos que lo que se pueda hacer pasar hoy por alguno de los propios sentidos, la obsesión por las plumas y adornos pretende una traducción inmediata. Y, como no hay muchas ganas (ni capacidad) de hacer análisis, los engaños están a la orden del día.
Observando lo que nos rodea, advertiremos, por eso, que en todos los actos, ceremonias, manifestaciones, comisiones, presentaciones o reuniones en las que se ventile algo de publicidad, hay una colección de individuos que acuden, prestos, moviendo sus pies lo más cerca posible de la primera fila. Están haciendo currículum.
Su dedicación a lo que a ellos les importa, los tendrá permanentemente ocupados en engordar sus méritos con los de otros, haciendo ver que estuvieron allí, participando, cuando solo estuvieron para salir en la foto.
Pasado algún tiempo y, sobre todo, cuando hayan muerto o desaparecido en las batallas los que verdaderamente curraron la camiseta, aparecerán ellos como los artífices, con el único mérito de haber sido comparsas.
Así nos van quedando los chisguetes de esos expertos en jeribeques, cuyos nombres irán poblando las calles, los parques, las plazas y plazuelas, sirviendo de referencia para fundaciones, frontispicios de escuelas, centros de investigación, etc., y se les darán diplomas, y atribuirán méritos que no son suyos, viendo los tiempos futuros, para consternación de quien esté en el ajo, los nombres de estos jetas y fatuos, entremezclados con los de los verdaderos ilustres, con los sabios, con los maestros, con los esforzados, haciendo de la confusión, perpetua ceremonia.
(P.S. Por cierto, lo de Wikileaks nos parecen ganas de dar cancha a los chisguetes de los que gustan de los jeribeques. Por un lado, lo que se difunde nos parece que ya lo sabíamos, y no por verlo ahora junto y en mayúsculas nos causa más emoción.
Por otro, ya sabemos que la estrategia internacional descansa en intercambio de informaciones desde el terreno y en contactos entre amigos -eso es la diplomacia-, y que los comentarios que se hacen en notas internas dirigidas a quienes se debe dependencia funcional utilizan un lenguaje distendido.
Por ello, no nos vamos a rasgar las vestiduras junto a los que se alarman y desmayan como cortesanuelas ante lo obvio, de la misma manera que no nos encontrarán junto a los que escuchan con embeleso los chismes que cuentan la ex-criada o el antiguo chófer de los que sirvieron, olvidando que, entre sus funciones, está la de ser discretos.
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