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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre laicismo y confesionalidad en la Historia de la ética

La nueva visita del Papa Benedicto XVI a España ha abierto una espita argumental por la que se generaron polémicas de poco valor, es decir, intrascendentes.

Nos parece irrelevante que el Presidente Zapatero y alguna de sus ministras haya aprovechado la ocasión para dar ánimos a las tropas destacadas en Afganistán, comprometiéndose a mantener esa opción de conseguir dinero extra y ascensos fuera del escalafón para el anodino discurrir de un Ejército en un país no beligerante.

Nos parece arriesgado, pero igualmente inane, la justificación de los alcaldes de Santiago y Barcelona de los dispendios en medidas de seguridad para proteger la integridad física de Su Santidad y acompañantes, con base en las magníficas oportunidades de negocio y promoción turística que habrá supuesto (es un decir) la focalización sobre ambas ciudades del interés mediático internacional, al haber acogido una personalidad tan estimada por millones de personas en todo el orbe.

Nos parece, por supuesto, deplorable, que unos pocos cientos de individuos aprovechen la ocasión para llamar la atención acerca de su aconfesionalidad, vociferando consignas contra el ilustre visitante y haciendo ostentación, no ya de su oposición contraria a los desvíos sexuales de una minoría de ungidos, sino su apoyo a la homosexualidad, a la supresión voluntaria del embarazo por parte de la mujer o al libre ejercicio de la propia religiosidad, cuestiones todas ellas que tienen, en este país, refrendo legal.

Sin embargo, nos parece sustancial recordar que existe una convergencia histórica, fundamental, entre la concepción religiosa cristiana del comportamiento que se debe al otro y la concepción laica, agnóstica, de la exigible conducta ética, desde la perspectiva universal.

Esos principios de tolerancia, de respeto, de cooperación e incluso de sacrificio personal para ayudar al otro a salvar sus dificultades, deben figurar, hoy día, en el frontispicio de cristianos -como la religión que más ja evolucionado en el acercamiento a la ética universal- y agnósticos. En ambos grupos hay gentes admirables que merecen todo respeto. Y en ambos, también, hay seres abyectos que utilizan esa cuestión como un adorno, una protuberancia estética, y se comportan, en realidad, como animales. Con Dios o sin él.

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