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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la Universidad

Ha empezado (o está a punto de empezar, que hasta en eso la sociedad ha perdido la pista) un nuevo curso universitario en España. La inmensa proliferación de Universidades y títulos, algunos de los cuales resultan de difícil interpretación respecto a su verdadera aplicación práctica o individualidad, ha contribuído al alejamiento de la sociedad civil respecto a la endogamia universitaria.

Las intenciones eran buenas, pero los resultados son perversos, o, cuanto menos, inadecuados a los objetivos pretendidos. La exigencia de exclusividad a los docentes en los años ochenta, en la pretensión de que tuvieran una dedicación intensa a la investigación y a la docencia, llevó a la titularidad y a las cátedras a muchos jóvenes que no tenían la preparación adecuada, por muchos títulos oficiales que se apresurarían a obtener. Por supuesto, algunos cátedros sin especiales escrúpulos favorecieron a sus familiares para que alcanzaran la preciada sinecura de ser funcionario universitario, creándose así sagas que solo hae falta casar los nombres del personal para detectar. La historia sigue.

El deseo  incalificable (queremos decir, con adjetivos elogiosos) de todas las Autonomías de crear Universidades y títulos "más acomodados a las realidades locales", ha multiplicado las necesidades de docentes, generado un maremágnum de títulos sin especial valor de mercado, y varias generaciones de titulados en paro o infraempleados en el mercado laboral.

Nos faltaba Bolonia, que con sus acuerdos de homologación va a conseguir dar el tiro de gracia a la enseñanza técnica (entre otras), porque las carreras de ingeniería -salvo excepciones que los especialistas y el mercado conocen bien- mantenían un cierto prestigio, por la dificultad de sus enseñanzas (que no, hay que decirlo, por la verdadera adaptación a las necesidades reales de un mundo tecnológicamente avanzando a velocidades vertiginosas) y la conservación de poder en la Administración pública, gran canalizadora de recursos financieros hacia el mercado, como es sabido.

Sería muy conveniente que se crearan Comités de especialistas, libres de ideologías, sinecuras, compromisos, y conocedores de lo que demanda cada carrera, cada especialidad, para que revisaran todos los planes de estudio. No es casualidad que la medicina post MIR mantenga su prestigio, o que los ingenieros civiles sean preferidos a otras especialidades. No es casualidad que los licenciados en Derecho tengan que realizar prácticas jurídicas para debatirse en el complicado mundo procesal. No es casualidad que los licenciados en económicas o empresariales copen los puestos de control de muchas empresas. No es casualidad que los licenciados en filosofía pura o ciencias acaben empleándose -con éxito laboral- en grupos multidisciplinares del mundo real. No es casualidad...

Esta sociedad necesita debatir desde la objetividad. Los que más gritan suelen ser, por desgracia, los que más tienen que perder si se descrubre que van desnudos.

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