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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre competitividad y defensa del ambiente

Cada 5 de junio, desde 1972, se viene dedicando una Jornada a reverenciar al medio en el que estamos obligados, por naturaleza, a desarrollar nuestra existencia. En verdad, no sabríamos muy bien qué hacer para festejar la consciencia de este entorno, del que, hasta no hace mucho, ni siquiera nos habíamos percatado de su importancia.

Pero así son las cosas. Resulta que, no bastando las constataciones visuales de quienes se habían dado cuenta de que nos estábamos quedando sin paisajes, han venido unos cuantos sabios para ilustrarnos con unas curvas de pendientes agudísimas, de que o detenemos de inmediato la afición piromaníaca, o el medio en el que estamos ubicados se nos habrá convertido en inhabitable. No para todas las especies vivas, desde luego; pero sí para nosotros, los humanos. 

¿Qué hacer? ¿Qué puede hacer una Humanidad que nunca ha estado de acuerdo consigo misma, que es capaz de enfrentarse con la otra mitad, hasta la muerte, en la familia, en el pueblo, en el Estado, en todo el orbe conocido? ¿Cómo convencer de la necesidad de estar unidos en un objetivo comín si hasta los libros Sagrados del este como del oeste ponen de manifiesto que jamás se ha conseguido unanimidad?.

Pues, poca cosa. De lo que se puede hacer, lo más simple, lo que casi con seguridad se adoptará por la silente mayoría, será sentarse a esperar; queremos decir, seguir actuando como si tal cosa, confiando en que no evolucione tan rápido ni tan negro como nos lo están pintando algunos gurús de la aldea.

Después de todo, tenemos tranquilizantes verbales: "La técnica siempre encuentra solución" o "Ha habido otros cambios de clima no provocados por el hombre" o "Si los países que hoy están más desarrollados han causado este problema, no es culpa de los que aún tenemos materias primas para quemar, y nada podrá impedírnoslo para alcanzar nuestro desarrollo."

También se puede decir: "Ayudemos a que los países más pobres no utilicen sus recursos de carbón, ni quemen sus bosques, vendiéndoles nuestra tecnología para aprovechar el sol y el aire, y aconsejándoles como utilizar las mejores tecnologías de las que ahora disponemos para contaminar mucho menos. Eso nos ayudará a seguir disfrutando de nuestro bienestar, porque generaremos puestos de trabajo para nuestra facción de la humanidad más desarrollada, a costa de esos infelices a los que siempre hemos conseguido convencer de que son semejantes, pero mucho más torpes". 

Para la Unión Europea, convertida en paladín de la reducción de las emisiones de carbono a la atmósfera, la cuestión se plantea de forma especialmente delicada. Los recursos energéticos de los países más desarrollados de la Unión Europea, salvo la energía nuclear y el saber cómo utilizar las energías autónomas (hidráulica, solar y eólica) están agotados y son insuficientes para producir la energía necesaria, y, además -en el caso de algunas de estas últimas, o son muy caros o de producción irregular .

Por supuesto, en el sector del transporte, las necesidades del petróleo hacen a la Unión Europea excepcionalmente dependiente de países con los que no tiene muy buenas relaciones, o son inestables, lo que obliga a sonreir a destiempo o a mirar para otro lado.

El encaje de bolillos que pretende la UE es conseguir que los países menos desarrollados, y sobre todo, los BRICS (Brasil, India, China), no sigan la senda que nos ha llevado hasta aquí, y contengan sus ansias pirómanas, dedicando más esfuerzos a las energías llamadas alternativas, y que todos nos empeñemos en la tarea de ahorrar y ser más eficiente.

No todos los países de la Unión están en idéntica situación. Francia y Alemania, por ejemplo, tienen tecnología y presencia internacional. Otros países, como España, tienen ideología...o pretender tenerla.

Muy difícil tarea convencer a los países emergentes -cada vez más prominentes-, cuando los recursos energéticos más baratos están en esos países y, con los avances tecnológicos, se podrá producir de forma más competitiva allí donde las materias primas y los factores de producción (tecnología, capital y mano de obra) estén disponibles y sean accesibles incluso con mejor calidad y. sobre todo, menos costosos.

Europa ha quedado relegada a una posición de consumidores satisfechos, de momento con dinero (cada vez menos) pero sin competitividad y una gran heterogeneidad. Asia y Latinamérica tienen capacidad productiva, recursos, y una población que está dispuesta a producir masivamente para mejorar su bienestar.

Tema para una película de terror, con final muy previsible. No hace falta comprar la entrada. Todos somos protagonistas.

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