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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la femineidad

El Día Internacional de la Mujer es una ocasión adecuada para reflexionar sobre la femineidad. Aunque incorpórea, pertenece al grupo de las especies amenazadas. Hay muchas; tantas, que la mayoría no son celebradas. Pero, desde este modesto pedestal en el que nos aupamos cada día, nos atrevemos a defender que la femineidad debería gozar de especial protección.

Habrá que comenzar haciendo alguna disquisición que nos recuerde de qué se trata -o debería tratarse. Porque femineidad no guarda referencia, ni siquiera lejana, con la ahora indiscutida igualdad de géneros -que, por cierto, mal entendida o adrede mal interpretada, está perjudicando a la mujer en algunos campos-.

Tampoco tiene que nada que ver con esas actividades, ocupaciones, condicionamientos y mitos que han servido para marginar, en casi todas las culturas, a la mujer respecto a la indefendible superioridad del hombre -ni en lo síquico ni en lo síquico. Por supuesto, ni mucho menos, la femineidad tiene su templo en la preocupación por imponer a la mujer comportamientos, gestos, gustos y precocupaciones por el aspecto físico, destinadas a gustar al otro y que, todavía hoy, a pesar de las demostraciones en contrario desde el otro sexo, se creían privilegio de las hembras humanas para atraer al macho.

La femineidad debería restringirse, exclusivamente, a aquello que, salvado el aspecto exclusivamente morfológico que señalan las diferencias sexuales, reúne sutiles características que solo se podrían encontrar en las mujeres. Sutiles, no porque sean difíciles de encontrar, sino más bien poque son incorpóreas, metafísicas. Solo se captan desde la sensibilidad.

¿Existieron alguna vez tales elementos? Cuando se decía -incluso se dice a veces- "qué femenina es fulanita", ¿se significaba algo, en realidad?.¿ No se tratará de una falsa idea?; ¿una asignación gratuita?, ¿deformada con ánimo de contraponerla a lo valioso, la masculinidad? ¿Utilizada incluso para molestar, como la que se utiliza todavía en ciertas ocasiones para zaherir, cuando se dice "¡Maricón el último!"?. No seas femenino, serviría para expresar, torpeza, debilidad, ingenuidad, asumiendo que ha de entenderse que es una vejación, un demérito, ser considerado gay o mujer, porque estas subespecies propenden a la poesía, a perder el tiempo con lo que no es útil, con lo que no vale la pena.

Separando, pues, la femineidad como la idea que conduce a la consecución de la igualdad de acceso al trabajo por parte de mujeres y hombres (para lo que habría, además, mucho que discutir, si es todo logro o no supone otras servidumbres), ¿qué nos queda? ¿Gestos?. No, desde luego. Si lo femenino fuera gestual, se entendería como femenino el comportamiento de algunos homosexuales que parecen complacerse en exagerar actitudes y posturas, copiando en caricatura, a veces estrafalaria, los elementos superficiales que entienden, algunos varones por naturaleza, que componen las características visibles del "otro sexo".

Por supuesto, también, los conceptos de femineidad y masculinidad tradicionales están imbuídos del sesgo aportado por sus creadores, que no podían ser otros que los dominantes en la sociedad. Fundamentalmente hombres, pero no todos, necesariamente. Hay que admitir, siendo lógicos, que también las mujeres contribuyeron a perfilar el núcleo de las "cualidades femeninas", no siempre entendidas como "valores", sino, y a menudo, como "deméritos".

Habrá que descubrir la femineidad (como la masculinidad), despojándola de estereotipos, de diferencias que apuntan exclusivamente a lo sexual, de formulaciones interesadas o ingenuas que descansan en la idea motriz de que la igualdad entre hombre y mujer ha de ser absoluta. Porque de ser capaz nuestra sociedad de hacerlo así, profundizando en las diferencias entre hombres y mujeres, adquiriríamos nuevas potencialidades.

Admitiendo incluso la posibilidad de que lo que nos diferencia se ponga de manifiesto únicamente cuando, liberados de toda atadura preconcebida, hombres y mujeres se muestren unos a otros como son, productos de la máquina incansable de la naturaleza, conducida -¿lo sabremos algún día de forma inequívoca?- por el azar o por la necesidad.

Feliz día de la Mujer, hombres y mujeres. Podríamos dedicar hoy un poco de nuestro tiempo a identificar eso que nos diferencia desde la poesía, separando, con el bisturí, todo aquello que copiamos del viejo estereotipo, sin habernos detenido a descubrir lo que, en verdad, distingue, desde la profundidad del alma, a los hombres de las mujeres.

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