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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el misterio de la igualdad sexual

Si el lector se ha tomado la molestia de echar un vistazo sobre los Presupuestos disponibles por los diferentes ministerios españoles para 2010, habrá advertido que hay un cambio de escala para recoger la cuantía destinada al llamado Ministerio de la Igualdad, que dirige y administra (o el verbo que sirva para mejor designar su labor) la Ilma. Sra. Bibiana Aído.

81 milloncejos de euros equivalen a un miniMinisterio -minidosterio-, no ya sin cartera, sino sin pasta que guardar en ella. Hasta las letras del edificio ministerial han debido ser pintadas a mano, con rotulador, para reducir gastos.

La escasa dotación para el funcionamiento de este invento cuyo objetivo real resulta aún desconocido para la inmensa mayoría de los observadores políticos y no políticos, revela, con todo, que no hay voluntad de que muchos programas  entren a formar parte de la actividad de este misterioso Minidosterio, del que se sabe únicamente que su principal función es luchar contra la "violencia de género", o sea, con palabras más clásicas contra el sadismo sexual.

No vamos a ridiculizar el objetivo del Minidosterio, en absoluto, porque estamos en contra de toda violencia y, desde luego, contra la ejercida contra ese "segundo sexo" cuya situación dominada tan brillantemente describió Simone de Bouvoir, mucho antes de que aparecieran el tercer y cuarto sexo, y para seguir...

Los estudiantes de las facultades de Derecho deben seguir siendo ilustrados (suponemos) entre los dos tipos de igualdad cuya defensa y valores preconiza la ya viejuna Constitución de 1978: la igualdad ante la Ley (principio jurídico establecido por el art. 14 de la CE) y la igualdad real (art. 9.2).

El misterio de Aído a desentrañar es el de la igualdad real, pues el otro -mal que nos pese a los investigadores que no peinamos datos ni nos dejamos seducir por los que peinan otros- está sepultado en insondables profundidades, bajo la losa de la independencia del poder judicial.

De la desigualdad real tenemos casos a barullo, en esta España democrática. En la enseñanza, en donde para recuperar a los más torpes y más vagos, hemos bajado el nivel de lo que se exige a raseros que podrían superarse desde el estado de morón (en la terminología de los grados de idiocia de Goddard). En el acceso a los puestos de trabajo, para lo que sigue siendo fundamental tener padrino, aunque hayas acumulado varios títulos y diplomas universitarios obtenidos lo mismo da que en Harvard, que en la UPM, que por  correspondencia. Y

Por supuesto, en la disponibilidad para que te llamen para ejercer un cargo público o privado relevante, en el que podrán jubilarte a los 47, despedir por las buenas a los 52, mantenerte como presidente de un Banco privado, o reclamarte  como salvador de la TV pública -con indudables méritos, por supuesto, para cualesquiera de las razones argüidas- a los 83.

Y, para no hacer largo el cuento, desigualdad real, por supuesto, entre hombres y mujeres, entre homosexuales y heterosexuales, entre emigrantes y nacionales, entre socialistas y populares, entre jóvenes y maduros, entre minusválidos y personas sin minusvalía, entre ricos y pobres, entre católicos y musulmanes (por no decir de los agnósticos), entre las atenciones de médicos, funcionarios -jueces, policías, profesores, etc- y autoridades de cualquier pelaje, según quienes sean los pacientes, ciudadanos o clientes...

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