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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el Belén, la Navidad y otros símbolos

La democracia hispana tiene cierta fijación con los símbolos, particularmente con los religiosos. Vive con ellos una relación de amor-odio vergonzante, que la conduce a contradicciones que no tienen otra explicación más que desde la incultura.

No resulta comprensible que en un pueblo que se reconoce agnóstico, los cargos públicos juren o prometan ante un crucifijo, puesto sobre la mesa. Menos aún que el funeral previsto para honrar oficialmente con lo que se llaman pompas fúnebres sea el que se realiza bajo los ritos católicos.

La eliminación de los crucifijos en las aulas ha desatado una honda polémica, con ribetes burlescos, por la que se ha puesto en el mismo cesto a minaretes, candelabros de siete brazos y hasta cruces gamadas.

Pero al llegar la Navidad, que es la fecha en la que se conmemora la encarnación de Dios como hito especial de la genética judía, toda diferencia se olvida, y no hay ningún problema en mezclar todos los símbolos con manifiesta impudicia, con la intención subyacente, al combinarlo todo, de salvar el pellejo de lo agnóstico, aunque cayendo en un eclecticismo bastante patético.

Será así posible ver instalado en cualquier Ayuntamiento, sea del signo político que sea, el Belén en el que delicadas figuritas compongan las más cursis escenas, para gozo de intelectuales y curiosos. Hasta los pueblos más remotos tendrán su iluminación de estrellitas, cruces y banderolas que, eso sí, coexistirán con el "árbol de navidad" (natural o de plástico) y el papá Noel (que es padre navidad) de la coca-cola.

Nos gustaría tener una solución para el asunto que no hiera sensibilidad alguna. Los seres humanos necesitan fiestas y el invierno es estación dura y aburrida, por lo que no está de más romper la monotonía con algún jolgorio. Pero que se utilice como pretexto el nacimiento de la divinidad para morir en la cruz y expiar nuestros pecados originales y sobrevenidos, suena a improcedente.

Mejor celebrar directamente que no entendemos casi nada de lo que pasa enrededor y que nos gusta comer bien, estar con la familia, tomar alguna copa de más y olvidarnos que la guadaña ha dejado algunas sillas vacías.

1 comentario

albert -

qué acertado comentario,siempre das en el clavo!