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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre lo que hay que tener

No, lector, no voy por ahí. Lo que hay que tener no son agallas (o sus sinónimos más populares), sino, simplemente, trabajo. Trabajo remunerado, además. Si no se tiene trabajo remunerado, es probable que para los demás, no existas. Borrarán en la listas de direcciones tu nombre, olvidarán el número de móvil, retirarán tu tarjeta del tarjetero o escribirán encima "no válida". 

Solamente hay unos pocos que, teniendo remuneración (y alta), no tienen trabajo. Son los privilegiados: reciben rentas por no hacer absolutamente nada. Puede que con ella se les estén pagando pasados servicios de fidelidad o choriceo, o que sus antepasados se hayan dejado la piel o actuado con habilidad suficiente para arañar de sus coetáneos la fortuna de la que viven ahora sus descendientes.

Volviendo al principio. El avance tecnológico provoca que el trabajo se desplace como una serpiente, desde los viejos sectores a los nuevos. Lo que se llama cualificación para trabajar, también se muda: se hace más liviana, casi etérea. Abandona el mono de trabajo y se viste de cuello blanco y traje gris; dejó también el mandil de ama de casa y se puso zapatos de tacón y pantalón azul.

Nadie pareció advertir que iba a haber menos trabajo al mismo tiempo que se lanzaba más gente a buscarlo. Creció, dicen, la población activa, pero las remuneraciones medias bajaron. No se divulgan esas cifras, porque harían daño a los que se sientan en la complacencia de los números peinados a propia conveniencia.

Mientras millones de jóvenes buscan su primer trabajo para existir como ciudadano independiente, y millones de desempleados en edad de producir todavía mucho más se retiran a los cuarteles de las exigüas pensiones, desde las calderas profundas de la economía de mercado, se sigue convenciendo que el trabajo dignifica, que es necesario para ser feliz, que hay que cualificarse para entrar en el mundo laboral, y ser útil a la sociedad.

El trabajo hace libres, hemos creído leer en muchos frontispicios de nuestra sociedad egoista. Nos recuerda...¿qué nos recuerda?

 

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