Sobre el alpiste del canario y otros ahorros
La obsesión por reducir gastos atraviesa España. Abandonando los postulados de la teoría del consumo, aquellos principios que animaban a consumir mucho para generar mercado, transacciones y satisfacción, la crisis ha instalado la preocupación por la austeridad.
¿Preocupación?. Mejor diríamos, la exhibición de una pretendida austeridad. Porque las medidas que algunos organismos y empresas están tomando demuestran tanto la improvisación con la que se ha decidido su implantación como su previsible nula efectividad.
Encajan con el cuento popular de la familia que, queriendo reducir gastos, ahorraba "en el alpiste del canario". Sabemos de varias empresas que limitan la duración de las llamadas de teléfono, o han retirado los móviles a sus empleados, ( incluídos comerciales y la mayor parte de los directivos... ) para acabar reconsiderando su postura, cuando los capitostes culpables de la orden advirtieron que, más que remedio, habían creado una enfermedad que desmoralizaba al personal y reducía la eficacia.
Parecida estupidez es la de esos correos electrónicos que se envían a decenas de personas de la organización (pretendiendo que así todo el mundo está informado) y que se adornan con la coletilla de "no imprimas si no es absolutamente necesario".
Seguro que los archivos de esas eficientes organizaciones engordan más de lo necesario y la cantidad de papel consumido no ha bajado, sino subido. Incluso aunque las impresoras utilicen "papel reciclado" ya impreso por una cara, que no pocos disgustos ha causado por hacer llegar infomación de difusión no deseada a quien no debiera.
Hemos conocido que en diversos Juzgados se obliga al personal administrativo encargado del reparto de notificaciones a ir en transporte público, dotándoles del bonobús correspondiente a primera hora de la mañana, con lo que se ha logrado es alargar hasta la exasperación el tiempo de entrega y reducido hasta casi la nimiedad el número diario de comunicaciones a los afectados.
Es difícil, desde luego, tomar medidas atinadas para cortar los costes. La más simple y utilizada es la perentoria exigencia, mediante circular "a toda la organízación", de reducir "de inmediato" los gastos de cada departamento al, digamos, diez por ciento. Si se pudiera hacerlo así sin pérdida de eficacia, la medida consecuente sería despedir, por incompetentes, a todo el personal con capacidad de dirección.
Aunque las empresas no tengan canarios (como se sabe, en la minería de hulla se utilizaban como fórmula infalible para detectar el temible grisú), hay muchos casos de reducción equivlente del dinero dedicado a comprar alpistes para los canarios.
Lo seguro es que se nos morirá el canario, que tanto nos alegraba con sus trinos, y perderemos, faltos de su estímulo, más dinero que antes. Habrá que fijarse en los animales que más comen, y para lo que sirven.
(N.B. Estamos, además, en contra de aprisionar pájaros en jaulas. El canario al que nos referimos es un animal nacido en cautividad. La disminución de alpiste que narramos en la historia no ha sido probada con ningún animal vivo, al menos, por nuestra parte. No nos hacemos responsables de cualquier actuación imitativa que no sea efectuada por profesionales)
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