Sobre la malversación de fondos
La ejecución, por malversación de fondos, de Li Peiying, ex-presidente del aeropuerto de Pekín (Beijing), ha suscitado numerosos comentarios desde el parapeto occidental.
Dos son las líneas argumentales básicas en las que se mueven las reflexiones, en realidad, interrelacionadas: la diferente valoración de la gravedad de los delitos y de sus penas en China y en otros países dominantes y la cuestión de la función de la pena de muerte como elemento disuasorio para otros delincuentes.
Al ser publicada la noticia en la versión digital de los diarios, se han lanzado a opinar sobre la misma anónimos comunicantes de muchos países. Advertimos, por eso, la coincidencia de ciudadanos de México, Perú, España o Colombia, que interpretan que si en éstos se aplicara la misma pena, se quedaría el campo prácticamente libre de políticos y empresarios .
Un aficionado a la interpretación económica afirma incluso, desde México, que "se acabaría el paro" (suponemos que porque los dineros que cree sustraídos por malversación de las arcas públicas serían suficientes para reactivar a tope la economía).
Al pobre Peiying le ha costado la vida haber sustraído unos 3 millones de euros en su decena de años como gestor eficiente del mayor aeropuerto de China. En la mayor parte de los países occidentales, seguramente, no habría sido descubierto, y si lo fuera, y el delito no ha prescrito -gran opción- podría salir libre en al cabo de un par de años, para disfrutar de lo sustraído.
Aunque cuidado. En Estados Unidos, allí donde subsiste la pena de muerte, te pueden meter varios años en la cárcel si te niegas a entregar a tu hija a un drogadicto, amparada en una sentencia que te concede en exclusiva la patria potestad, emitida por un país democrático (pequeño, pero aceptablemente civilizado, llamado España). La abogada Carrascosa puede atestiguarlo con su propia historia.
Peiying, descansa en paz. Tu mala fortuna fue nacer en el país equivocado para lucir tus habilidades.
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