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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la transición en Irán y la influencia occidental

Las elecciones en Irán, amañadas para que Ahmadineyad, el discípulo amado de Jamenei, líder supremo de los ayatolás, siguiera en el poder, han traído inestabilidad a ese país tan importante para los intereses occidentales en la zona.

La religión islámica, una adaptación de la tradición teocrática judía, ha mostrado un excelente poder de convicción actualizado para mantener la estructura de poder, de arcaica base machista y, por tanto, retrógada, en los países árabes.

La modernización que pretende Musaví, el perdedor forzado de las votaciones, es imprescindible. No tanto desde el punto de vista occidental, al que lo único que le bastac por razones económicas, es simplemente que Irán tenga una cabeza visible con la que llegar a acuerdos.

El impulso para la modernización de Irán viene de dentro. Es exigida por la mayoría de las mujeres iraníes, para la liberación de sus ataduras arcaicas, insostenibles en un mundo global, y especialmente sostenibles para mujeres que se saben inteligentes, capaces, cultas. Saben lo que quieren y porqué.

Esa parte de la población que los ayatolás más ancianos o más reaccionarios se obstinan  en despreciar, es tanto o más instruída que la masculina, aletargada en ventajas de sexo que no tienen fundamento alguno. Por eso la presencia femenina se hace patente, de forma activa u desinhibida, en los movimientos callejeros de protesta y por eso las mujeres han acudido masivamente a las urnas, porque vieron su oportunidad de demostrar su voluntad de cambio.

Es prácticamente imposible que el descontento de los partidarios de Musaví, a los que seguramente se les ha arrebatado la victoria electoral, se traduzca en una guerra civil. La población descontenta no está armada y el conciliador occidente no va a darles armas, creando así un nuevo conflicto en la zona, de los muchos que no sabe digerir.

Ni siquiera parece que las manifestaciones de inquietud puedan durar. El gobierno tratará de acallarlas como sea y el gatillo de los guardianes del orden cada vez estará más dispuesto para entregarse a los nervios. Permitir el afianzamiento de la división civil, supondría la ruptura del poder religioso, lo que no toleraría la clase dominante. 

Por eso, el apoyo explícito de Jamenei al presidente Mahmud Ahmadineyad es tan importante: equivale a decir el representante de Alá, el intérprete supremo del Corán, no quiere cambios; al menos, no aún.

Jamenei puede pensar lo que quiera desde su pedestal acorazado, pero la transición en Irán, continuando una modernización que había iniciado de manera muy forzada, a la americana, el shah Pahlevi no puede esperar. No va a esperar.

Lo que no parecen conocer ni Jamenei ni Ahmadineyad es la fuerza de las mujeres iraníes. Del poderío de la revuelta femenina ha surgido, tanto como de los movimientos obreros y estudiantiles, la actual sociedad occidental. Musaví sí que lo sabe, y está dispuesto a utilizarlo, porque Alá también tiene su lado hembra. Y siguiendo sus doctos designios, pide, simplemente,  nuevas elecciones.

Eso no debería ser tan complicado.

Go ahead, ladies, Alah is yearning for a dusting!

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