Sobre bipartidismo y regionalismos en España
El análisis político más difundido respecto a las razones por las que el PSOE (y el partido de coalición con el que había gobernado, BNG) perdió las elecciones por el Parlamento de Galicia, achaca la razón del descalabro a lo heterogéneo de la composición de Gobierno, que había creado una insoportable bicefalia, llena de contradicciones que han tenido proyección pública, durante el último período legislativo.
La victoria del PP, encabezado por un prudente Alberto Núñez-Feijoo, ha sido, no solamente justa, sino necesaria. La sociedad no quiere crispración, ni disputas internas. Prefiere actividad relajada.
No estamos en contra de los regionalismos. Al contrario. Creemos que la falta de un proyecto regional es un hándicap grave en el que patalean estérilmente algunas autonomías en España, entre las que se cuenta, desde luego, Asturias.
Pero el proyecto de centralización es incompatible con el de un regionalismo descentralizador. No se puede tirar de una cuerda desde los dos lados y pretender que se está haciendo el esfuerzo en la misma dirección. Ya hemos llegado demasiado lejos en descentralizar, y la satisfacción ciudadana no siempre ha mejorado.
Hay que hacer balance: algunas actividades se desarrollan mejor de forma centralizada, y los costes son menores cuando se aprovecha bien el concepto de tamaño crítico.
Creemos que ahora procede ahondar en el bipartidismo, puesto que ya no tiene sentido hablar de una derecha y una izquierda irreconciliables. No hay porqué referirse a un centro variable que, como quedó demostrado analizando el discurso del presidente de EEUU, Barak Obama, España ha conseguido posicionar muy a la izquierda de la mayor parte de los países del mundo, sino de todos.
Ahora lo que procede es hacer las cuentas bien, de lo que cuesta nuestro Estado social, de derecho y autonómico. Y aunar el bipartidismo con los avances regionalistas, de la misma manera que "un buen padre de familia" lo haría en la educación y sostenimiento de sus hijos.
Por supuesto, todo es compatible con la persistencia de posiciones más extremas, e incluso de más exacerbados regionalismos. Pero los partidos con proyección nacional conjunta no pueden favorecer a alguna autonomía en menoscabo de las otras. Esos tiempos, ya pasaron. Ahora todos somos iguales.
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