Sobre el estímulo del consumo
Estamos ya casi todos de acuerdo con los gurús que asesoran al presidente Obama, con que hay que estimular directamente el consumo, para que la catástrofe económica, que es ya gigantesca, no sea definitiva.
Los despidos masivos en el sector privado -el puesto de los funcionarios, por fortuna para ellos, nunca corre peligro- han llevado estrecheces y hambre a muchas familias y han recortado, como efecto directo, la disponibilidad para el consumo de las familias, creando una cadena trófica de descalabros que, incluso, ha reducido las disponibilidades para sostener la antes pujante economía sumergida.
Hay que estimular el consumo de los que pueden permitírselo, generar confianza, animar para que la gente no se prive del placer de gastar si tiene con qué. Porque es imprescindible mantener en circulación dinero suficiente para que esa masa de pequeños comerciantes, de autonómos, de miniempresas, no se caiga. Ese contingente, generalmente sufrido y silencioso y que, aunque no sabrán organizarse en manifestaciones para defensa de sus empresas, que creay sostiene muchos millones de puestos de trabajo, más necesarios a la postre que el millón y medio de asalariados que emplean as grandes empresas del IBEX y que, por tanto, sostienen el pedestal, la base fáctica, de nuestras economías reales.
Los expertos de Obama parecen haberse dado cuenta de que los dineros de apoyo a las entidades financieras son dineros perdidos si no van a las manos de quienes los vuelvan a poner en circulación, en lugar de ser utilizados para tapar los agujeros de las pérdidas bursátiles y de los fondos de inversión devaluados y, seguramente, desviados a economías opacas en paraísos fiscales o en iniciativas oportunistas en otros países a los que la crisis haya afectado aún más o se encuentren en fase larvaria de su desarrollo.
Por eso, ha tocado a rebato a los demás presidentes de las economías principales del Planeta. La reunión convocada a finales del año pasado por su antecesor, en Nueva York, y de la que resultó un melifluo comunicado con el pomposo título de "We, the world leaders" no sirvió para nada. O todos, viene a decir Obama, jugamos a lo mismo, o esto se acabó.
Se trata de un cambio climático que merece todo el aplauso. El comienzo del comunicado posterior a la reunión que se celebrará ahora en Londres, con el propósito de confirmar el "new deal", puede ser el mismo: We, the world leaders.
Es el resto del articulado lo que nos mantiene expectantes. No se trata de buscar una, cada vez más quimérica, alianza de civilizaciones, sino de una alianza de emergencia para que pueda sobrevivir esta civilización de mercaderes en la que deberíamos, por lo pronto, ser capaces de detectar y expulsar inmediatamente de la sala a los mercachifles que cubran su codicia, corrupción y desprecio hacia el prójimo, con las pieles de honorabilidad, vocabulario convincente, apoyo público, colaboradores eficaces, estómagos agradecidos.
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Francisco Gómez Pérez -