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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el plan de rescate financiero y el secuestro del mercado

Poco se podrá decir nuevo sobre la crisis que conmociona los pilares de la economía global, porque analistas prestigiosos, empresarios capaces y políticos eminentes han dado muestras de las dificultades de evaluar lo que está pasando y el tamaño del agujero que se ha formado en el sistema.

El Plan de rescate que el gobierno del presidente Bush ha elaborado, y que ha pretendido consensuar con los candidatos a la presidencia que deberá abandonar en noviembre de 2008 propone una inyección de 700.000 millones de dólares al mercado, por la vía de compra selectiva de paquetes de créditos malos, préstamos hipotecarios sin respaldo suficiente, y otras pifias financieras.

La clave del asunto está en que esos caballos rencos, inservibles para las carreras o el tiro sino solo válidos para ser conducios al matadero, serán valorados al precio con el que figuran en los balances de los Bancos de Negocios y las entidades aseguradoras. Es decir, el marrón se lo chuparán los presupuestos del Estado, se distribuirá entre los contribuyentes.

Si bien, con la habilidad que tiene EEUU en traspasar sus crisis urbi et orbe, habrá que esperar qué se les ocurre a sus dirigentes para que la carga sobre el glorioso pueblo norteamericano no sea demasiado gravosa.

El Presidente Bush, disgustado porque el Plan no mereció la inmediata aprobación del Congreso y devoto mercantilista, ha confesado que "el mercado no ha respondido adecuadamente esta vez". Por estos predios, algunos ya habíamos denunciado que el mercado no lo cura todo, y que el Estado necesita, no solamente controlar desde fuera, sino vigilar desde dentro, infiltrándose en la economía real.

Es nuevamente momento para recordar, por parte de los que no somos mercantilistas tan convencidos, que el mercado es solo un instrumento cuyo objetivo ha de ser la distribución deseada de las plusvalías que generamos entre todos. Las plusvalías se suelen concentrar, cuando el mercado funciona sin barreras, en algunas manos predilectas.

Por eso, hay que establecer límites a la acumulación de capital, obligaciones de redistribución de beneficios, selección de sectores preferentes, control máximo de las ayudas al desarrollo y -oh, God- también mantener algunas empresas y entidades públicas que jueguen con las reglas vigentes en el mercado y ayuden a entenderlo mejor.

Porque ya está bien de que el Estado acuda a salvar a a las grandes empresas deficitarias, una vez que el descontrol, la avaricia o la incuria las ha llevado a la quiebra. A los pequeños empresarios que han arriesgado honestamente sus dineros y los pierden porque los grandes les empujan fuera del mercado no acude ningún príncipe bueno a rescatarlos.

Tenemos la imrpesión fundada de que el mercado no es la princesa bella que necesita rescate, sino el dragón al que hay que matar o tener muy controlado, porque, de cuando en vez, se come a las princesas.

1 comentario

Guillermo Díaz -

Aun cuando comparto tus apreciaciones, entiendo que ahora es absolutamente necesaria la intervención estatal, ya que con este dinero de los contribuyentes, sí, pueden evitarse males mayores.
Otra cosa es que a partir de ahora, en un nuevo modelo, se pongan límites a ese mercado global, se controle la gestión, y por encima de todo se favorezca mas al pequeño y esforzado empresario que ha de ser el motor de la economía.
Esas empresas gigantes, ese tiburoneo financiero, esos ejecutivos enriquecidos, han de llegar a su fin.