Sobre las fronteras entre la especulación, la verdad y la mentira
Nota: Este comentario trata de reconstruir, con la información hoy disponible, pero de una forma novelada, el dramático suceso del accidente de un MD-87 el 20 de agosto en Barajas, en el que murieron 154 viajeros).
En el momento de iniciar su vuelo regular, un avión cargado de pasajeros y de sus maletas repletas de recuerdos de sus vacaciones y, por supuesto, con el depósito de combustible casi lleno para soportar un vuelo de más de 1.000 km, sufre una avería en el mecanismo que sirve para aprovechar para el frenado la potencia de los motores en la maniobra de aterrizaje.
Uno de los dos motores, en lugar de servir para impulsar el aparato, equilibra la potencia del otro, anulándolo. La maniobra de frenado solo se puede efectuar en tierra: es decir, o bien se realiza por una operación errónea del comandante de la nave o el mecanismo se activa por un fallo electrónico.
El aparato no alcanza la velocidad suficiente para elevarse plenamente, a pesar de que el comandante de la nave fuerza aún más la potencia del que parece reaccionar a sus mandos, consciente de que algo va mal en el otro motor. Otro mecanismo, encargado de medir la temperatura para regular la refrigeración en las alas, no funciona, porque ha sido desactivado hace unos momentos por los mecánicos de tierra.
El avión, un MD que hace el viaje Madrid-Gran Canaria, propiedad de la compañía Spanair, en regulación de empleo por sus dificultades económicas, se eleva apenas unos metros de altura y cae, escorado, rebotando contra el suelo varias veces, rompiéndose e incendiándose de inmediato, por explosión de los depósitos de combustible.
Casi todos los pasajeros, y ocho de los nueve miembros de la tripulación, mueren instantáneamente, conmocionados por los golpes (a más de 300 km/hora) y carbonizados. Se salvan algunos de los asientos delanteros, lejos relativamente de los motores del avión, situados en la parte trasera. Los escasos supervivientes, muchos gravemente heridos, con quemaduras atroces, serán llevados con urgencia a los Hospitales de la ciudad que, apaciblemente, descansaba de los calores del mes de agosto.
Entre los procesos de ayuda a los afectados, se movilizan muchas actuaciones efectivas, entremezcladas con sentimientos de pánico y confusión, lógicos ante la catástrofe: momentos de angustia y dolor entre los que esperaban a los viajeros, o acababan de despedirlos; consternación entre los que asistieron al accidente, desde la torre de control del aeropuerto, desde otros aviones, desde las salas de espera y cafetería de las terminales.
Se activan los mecanismos de emergencia, para enviar ambulancias, bomberos, equipos de extinción y limpieza. Se acoge a los heridos, se separa a los fallecidos, se pide la lista de viajeros, se preparan comunicaciones públicas, se dan las primeras noticias sobre el accidente, se realizan las preliminares preguntas sobre el porqué. Se lanzan las primeras especulaciones, acusaciones, lamentos.
Hoy se sabe que el accidente no fue provocado por la explosión de ningún motor. Se sospecha que, en el origen, hubo algun fallo electromecánico. Se sabe que, aunque no fue determinante, el aviso de calentamiento de uno de los detectores de alta temperatura en las alas, podría haber sido un síntoma (erróneo) de que algo iba mal, pero que no fue detectado más que como un elemento independiente, por lo que fue desactivado.
Se sabe que el comandante era un piloto experimentado. Se sabe que los procedimientos de inspección de los aviones son intensos, y aleatorios, pero insuficientes para descartar todos los fallos. Se sabe que los deudos de los fallecidos y accidentados van a cobrar del orden de 250.000 euros por persona. Se sabe que el Gobierno ha anunciado la investigación hasta sus últimas consecuencias, aunque depende de terceras personas, que no controla directamente.
Se sabe que los trabajadores de Spanair están especialmente consternados y que temen por la viabilidad de la compañía, aunque la propiedad recibirá unos 30 millones de euros (frente a los 4 o 5 millones de euros máximo que percibirá el conjunto de los afectados). Pero la pérdida de imagen ha sido brutal.
Se sabe que algunos de los comentarios periodísticos, aunque guiados por el deseo de informar, contuvieron especulaciones periodísticas, algunas plenamente insertas en el morbo, que resultaron en gran medida infundadas, y, por tanto, a la larga, se probaron mentirosas. Otras, por el contrario, ayudaron a conocer mejor la verdad, y han de seguir manteniendo la presión, para que no se eludan responsabilidades, si las hay.
Se sabe que los familiares de los afectados están nerviosos y enfadados por lo que estiman oscurantismo de la compañía.Se sabe que...
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