Sobre la gestión de las crisis económicas
De vez en cuando se producen reajustes entre los agentes socioeconómicos. Son los asentamientos de las placas tectónicas imaginarias que componen los sustratos geológicos de nuestro estado de bienestar. En el reparto de las plusvalías por el mercado -esa fórmula imperfecta, pero imprescindible de distribuir los productos generados por una combinación afortunada de recursos naturales, mano de obra y tecnologías-, hay momentos en que los afectados negativamente son muchos, y, entonces, la situación se define oficialmente como "crisis".
Cuando empiezan a aparecer grietas en el sistema, se generan comportamientos estereotipados (al fin y al cabo, no es la primera vez que nos sucede; no será la última), que resumimos así:
a) los que están en los mandos de la gestión política, niegan la gravedad de la crisis y tratan de peinar los indicadores; los que están en la oposición, exageran la situación y acusan de inoperancia e incapacidad al Gobierno
b) los agentes empresariales más poderosos se concentran en los sectores en los que el riesgo es menor, procurando liberarse de gastos generales y aumentando sus inmobilizados; las agentes empresariales más débiles se van, desde la suspensión de pagos a la ruina; sus activos utilzables son adquiridos por los primeros.
c) se reduce la contratación laboral y se aumentan los despidos, presionando sobre el consumo y bienestar familiar, que consume sus ahorros en bienes de primera necesidad, al ver reducidos sus ingresos; aumenta la inestabilidad social y el malestar, propiciando huelgas, protestas y conduciendo al cambio de gobierno; en los países menos civilizados, una crisis profunda puede provocar revueltas, guerras civiles y hasta invasiones pacificadoras de los países que tutelan el orden mundial, por mandato divino.
d) aumenta la religiosidad, y la devoción hacia recetas estrafalarias o imposibles. Por lo general, la crisis se resuelve sola. Los economistas y otros estudiosos aprovechamos entonces para escribir un libro sobre las propuestas que, en nuestra estimación, han resultado factores de éxito o debieran haberlo sido de haberse adoptado. El mercado continúa, algo más limpio de debilidades, y sigue comiéndose las plusvalías, si las hay; si no las hay, se come las uñas.
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