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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el exceso de medios para vivir y la falta de razones para existir

Nicolás Castellanos es misionero en Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra. Acumula méritos singulares: Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1988), ex-obispo católico (nombrado por el Papa Pablo VI, lo fue de Palencia, y renunció para dedicarse a hacer lo que lo gusta, predicar la teología de la liberación y ayudar a que los pobres reciban educación), ex-provincial de los Agustinos.

En una entrevista que le publican en El País del 7.9.2010 (última página, Desayuno con Nicolás Castellanos, realizada por Juan G. Bedoya) hilvana una frase de antología:

"En el Norte sobran medios para vivir pero faltan razones para existir, mientras que en el Sur carecemos de los medios para vivir y sobran razones para existir".

Claro elemento para la reflexión. ¿Qué razones para existir nos faltan, acá, en estas tierras de exuberancia -azotadas por una crisis/burbuja cuyas causas y posibles salidas aún seguimos analizando- y sobran, allá, donde paupérrimos campesinos luchan por la subsistencia?.

Nos atrevemos a señalar algunas de las evidencias éticas que separan ambas caras del desarrollo, desde la observación práctica de los comportamientos de las gentes del "norte":

1. Implementación generalizada de la filosofía del "disfruta de tu vida al máximo, que es lo único que tienes", combinada con la máxima "todo está permitido, siempre que tengas cuidado de que no te pillen".

2. Desprecio hacia la tradición, la cultura, el conocimiento, frente a la improvisación, la frase ingeniosa (mejor si es maledicente), lo consumible y efímero.

3. Falta de formación seria, como consecuencia de la desmotivación y escasa valoración del personal docente, de lo teórico frente a lo pragmático, de la apariencia frente a la realidad.

4. Ridiculización de la ética, en especial, de la que tiene base religiosa, amparándose en la incuestionable verdad de las connivencias históricas entre el capital y el sacerdocio y la clara evidencia de falacia en algunos comportamientos presentados como modélicos y, en realidad, corruptos.

5. Ausencia de ejemplaridad en la vida pública, en donde se dan demasiados ejemplos de utilización de la gestion de lo que es de todos en beneficio personal, y que enmascaran y sepultan los comportamientos decentes, entregados, solidarios.

6. Dificultades en los gestores públicos en plasmar una estrategia de desarrollo coherente, que involucre no solamente los voluntarismos sociales (prestaciones desmesuradas respecto a los ingresos económicos del erario público), sino la motivación de todos, y, en especial, el compromiso -¡y el control!- de quienes poseen el capital.

7. Equivocación, por adulteración, de los modelos políticos tradicionales, asimilados a arcaicos conceptos de la derecha y de la izquierda, y que hacen ininteligibles al votante no afiliado a una facción política, los programas y valores realmente defendidos por los líderes de los partidos.

(...)

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