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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los optimistas crónicos y los pesimistas satisfechos

Sobre los optimistas crónicos y los pesimistas satisfechos

Hay quien ve la botella medio llena, y quien la ve medio vacía, desde luego. Esto vale para casi todo en la vida, porque nos movemos siempre entre la ambición de conseguir más y el disgusto de no haber disfrutado suficiente.

No pretendemos enumerar ejemplos generales de las distintas maneras de enfrentarse con los problemas, que forman parte del panorama diario: la situación económica (final de etapa con descalabro o comienzo de una nueva con fundamentos); el paro (pérdida significativa de empleo o mayor estabilidad de los puestos de trabajo); la evolución de la humanidad; el cambio climático; el ambiente...

¿El ambiente? Sí, queremos aplicar el principio de la botella a la valoración del medio ambiente. Frente a quienes ven el deterioro de paisajes, la contaminación de los ríos, la proliferación de escombreras o el denso penacho de las chimeneas contaminantes, se alzan quienes hablan de la belleza de los parques preservados, el placer de caminar junto a las riberas asfaltadas, la conmoción sentida ante una puesta de sol junto al mar o la visión estremecedora de las cordilleras nevadas desde las alturas de un avión...

Pertenecemos al grupo de quienes están convencidos de que nadie como el ser humano actual ha influído tanto sobre el ambiente, y para mal. Pero es aún más grave que, por falta de concienciación y, dada la alta capacidad de actuación que la tecnología proporciona a cada individuo, todos nos hayamos convertido en feroces agentes contaminantes, porque tenemos el poder directamente en nuestras manos.

Cambios de aceite del coche al aire libre, plásticos, hojalatas, ruedas, cigarrillos, abandonados en la excursión campestre, poderosas rodadas de los cuatroporcuatro en paisajes antes impolutos, deseo frenético de viajar para obtener fotos personales que testimonien nuestro paso despilfarrador por esta Tierra, etc. Los grandes centros de producción, desde luego, pero todos somos agentes contaminantes, y a veces, muy dañinos: a sabiendas o de forma inconsciente. Los habitantes de los países más desarrolladosl estamos consumiendo paisaje a gran velocidad, y de forma irreversible, aunque intentemos tapar los agujeros de nuestra sensibilidad de acero con "medidas sostenibles".

Puede que la botella esté aún medio llena. Pero es que estuvo completamente llena, amigos.

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