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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la práctica del deporte como catarsis

Sobre la práctica del deporte como catarsis

¿Cuál es su deporte?. ¿El tenis? ¿El golf? ¿Tal vez, el fútbol?. No importa cuál sea su elección si, como hacen la mayoría de los humanos occidentales, su relación con el deporte es seguir las evoluciones de los que lo practican, cómodamente sentado en un sillón, bebiendo una lata de cerveza.

Cojamos un periódico al azar. Más del 20% de sus páginas estarán dedicadas al deporte de élite, es decir, a las proezas de aquellos atletas que dedican toda su vida útil juvenil a entrenarse para asombrar a los que paguen por verlos. El fútbol, en nuestras latitudes, ocupa el lugar preferente. Pero si algún héroe local de manera circunstancial consigue situarse entre los mejores de otra especialidad, también nos preocuparemos por lo que consigue en tenis, baloncesto, e incluso en el golf, deporte de exhibición del ridículo por excelencia -junto al criquet-, como podría confirmar cualquier llegado de otro planeta.

La terminología para describir las acciones, costumbres, estado de ánimo y consecuencias de lo que rodea un deporte de masas pudiera servir de modelo para contar, por ejemplo, los tejemanejes del mundo de la investigación científica. Equipos que defienden la realidad del cambio climático o su inconsistencia; el método de tunelación noruego o el americano; la edificación en altura o en superficie; la existencia de actividad cerebral a las tres semanas del feto y los que la niegan; desaladoras o trasvases; quiebra de la seguridad social o bonanza; comprar o vender acciones; mundo global o individualismo;...

¿Qué les parece esta idea?. Imaginen un periódico de divulgación, con diez páginas dedicadas a los avances científicos, en el que, junto a una foto a todo color de cuatro genios enfrascados ante un acelerador de partículas o una microsonda magnética, pudiera leerse, bajo el titular: "Cada vez se está más lejos de garantizar un cambio climático para esta centuria", cosas de este estilo:

 "Los dos equipos venían con ganas de vencer al encuentro, para el que estaban bien preparados. El seleccionador americano descartó a última hora al científico Adler, porque se descubrió que había amañado los resultados de la investigación del último mes. Todas las entradas al foro estaban vendidas desde hacía un par de meses. El equipo de investigadores franceses estuvo preparando su estrategia mientras esquiaban en Katmandú, subvencionados por el WB. El investigador Harrison, un indio residente en Washington con una beca del Scientific Council de cuatro millones de euros anuales, hizo un sorprendente alegato de cinco minutos que dejó al público exhausto..."

(La foto que ilustra este comentario ha sido obtenida el 11 de enero de 2008, a media mañana, en la calle Fuencarral. He aquí un ejemplo de ejercicio arriesgado ejecutado por un personaje anónimo (por fortuna). Una ambulancia de la Comunidad de Madrid, ignoramos si en previsión de que el malabarismo acabara en descalabro, estaba aparcada en doble fila, a escasos metros.)

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