Sobre el código ético de los colegios profesionales
Los colegios profesionales han surgido históricamente para defenderse del intrusismo profesional y potenciar el orgullo y la individualidad de la formación propia. Dentro de ese esquema, la pulcritud ética de los colegiados es un estandarte valiosísimo para esgrimirlo con orgullo ante el resto de la sociedad.
Una buena parte de la labor colegial en estas entidades de derecho semipúblico (su carácter atípico, singular, ha sido repetidamente subrayado en la mayor parte de las Constituciones occidentales), se ha concentrado, en la práctica, en organizar algunas excursiones para sus miembros, festejar a los patronos con cenas o comidas de Hermandad, y premiar a los más longevos con medallas de oro o placas de devoción a las edades provectas.
Pero los Colegios profesionales deberían hacer su mayor baluarte en controlar el cumplimiento de sus códigos éticos entre los colegiados. Muchos, ni siquiera los han redactado, siendo la deontología profesional una entelequia que puede ser utilizada como arma arrojadiza contra los disidentes o discordantes ideológicos. Anclados en posturas conservadoras, las Juntas de muchos colegios profesionales, luchan sobre todo por reproducirse, impidiendo que los más jóvenes, generalmente más liberales o de sesgos ideológicos definidos como izquierdosos, accedan a las poltronas. En esas Juntas se sigue repartiendo poder, control de los aparatos, regeneración de los mismos esquemas de aislamiento frente al resto de la sociedad y defensa de unos valores difusos que apuntan simplemente a creer que lo bueno es lo propio, y que hay que proteger al colegiado amigo de las dentelladas ocasionales de una sociedad hostil.
Urge la revisión de los postulados colegiales, máxime al hilo de los acuerdos de Bolonia y su interpretación española, en donde los Colegios profesionales están llamados a cumplir, al fin, la misión de garantes del buen ejercicio profesional. Un código ético transparente, actualizado y coherente, es la mejor manera de mostrar a la sociedad en la que estas Entidades gremiales están ancladas, que forman parte de aquella, y que no son reductos de resistencia o plataformas de egolatría, sino que están destinados a cumplir una función social, con los postulados éticos como un elemento sustancial de su trabajo.
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