Inocentes y aprovechados en 2012
Cuando miramos hacia atrás lo que ha sido 2012, comprendemos que ha sido un año que ofreció múltiples ocasiones para el desconcierto de inocentes y crédulos. Es decir, como en toda ceremonia dual, 2012 fue también un año feliz para quienes contemplan el escenario desde su desfachatez y falta de escrúpulos, aprovechándose de la bonhomía de los demás como si el campo fuera suyo.
Aunque han sido muchos los inocentes que se han ido cayendo de sus guindos particulares a medida que iban pasando las hojas del calendario, la intención de aprovecharse de nuestra credulidad persiste en cada esquina. Es ley de caza.
Empezamos 2012 renovando nuestra voluntad de mejorar, confiados en la ilusión que se nos ofrecía desde arriba. Desde la intención renovadora y las ganas de hacer borrón y cuenta nueva con cada artificial principio de ciclo, al empezar 2012 había expectativas de cambio, nuevas ganas. El paso del tiempo ha aumentado, inexorable, las cifras de los desengañados, pero las hordas de inocentes siguen siendo numerosas, terreno de captación para los pérfidos.
Elijo como símbolo representativo del 2012, aunque ya en fechas tardías del año, la destrucción de los mausoleos de Tombuctú, en Mali, por los grupos islamistas radicales Ansar al Din y Al Qaeda. No se sabe el alcance de lo destruído por los fanáticos que creen seguir instrucciones de otros mundos virtuales, pero la simple intención hubiera sido suficiente para encontrar en ello la huella de la permanente batalla entre inocentes y aprovechados. Entre los que se autoproclaman arriba y los que, pacíficos o inermes, no tienen más remedio que estar abajo, confiando.
Destruir lo que otros pueblos o generaciones hicieron es una constante miserable de la Historia de humanidad: se pretende así eliminar la huella de los contrarios, del enemigo, de los vencidos, sustituyéndola por la estirpe propia, aunque esa sea la nada.
Avanzamos simultáneamente hacia una hipotética mejor civilización, y hacia la barbarie. La primavera árabe, que fue acogida con alborozo en 2011, no cuajó en un verano luminoso, sino que se extiende en una oleada de sangre, terror, lágrimas e inestabilidad. Inocentes frente aprovechados.
Pero no hay porqué mirar solo hacia una determinada zona del mapa, ni echar culpas sobre una religión o filosofía determinadas. En España, también hemos vivido un año plagado de hechos en los que se descubrieron a aprovechados, en mayor o menor nivel, de inocentes.
No hubo la recuperación de la economía española, prometida como auto de fe electoralista por el candidato Rajoy contra un gobierno socialista que había confundido el estado social con el asno de que defecaba monedas de oro; aumentaron los riesgos de taifas, con promesas de tierras prometidas que nadie ha visto ni verá jamás, utilizando a inocentes como parapetos contra el fuego de las beleidades económicas.
No pudo Obama con la férrea oposición republicana a repartir mejor el bienestar entre los pobres; se siguen alimentando inocentes en Venezuela, Cuba, Rusia y otros muchos lugares, incluso ignotos, entregándoles ruedas de molino a cambio de ocultar que las élites se enriquecen tan rampantes.
No merece siquiera la pena enumerar todos los momentos en que se sacrificaron inocentes, por poco escrupulosos que creían no verse descubiertos jamás y que, cuando lo fueron, no por ello dejaron de tener recursos para escapar indemnes. La historia de 2012 está plagada de ejemplos: en las instituciones tenidas por más sacras, en las empresas que más se distinguieron en aparentar su compromiso social, en los que tenían que defendernos de las trampas y cayeron en ellas, tan gozosos.
Cada 28 de diciembre, aunque con menor intensidad que en otras épocas, se celebra el dconmemora la matanza de niños hebreros (santos inocentes), ordenada, según el Nuevo Testamento, por el cruel Herodes, que había oído que acababa de nacer alguien que le sustituiria como rey de Judea.
Pero este 2012 ha sido, por antonomasia, el año de los Inocentes. Y, por desgracia, en los años venideros es altamente probable que le salgan competidores.
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