El Club de la Tragedia: Orden en la sala
Ya conté (aunque no recuerdo si fue en este blog) que cuando era un joven ingeniero, recién llegado a Alemania y sintiéndome cargado de responsabilidades, me sinceraba con un colega alemán -a punto de jubilación como director general de una gran compañía naval- sobre la cantidad de temas de los que debería ponerme al corriente en poco tiempo.
"Le sugiero que haga Vd. lo que yo hice en un caso parecido. Tuve que sustituir a mi jefe, fallecido de infarto fulminante. Era un tipo reservado, hosco, que no comunicaba y cerraba todo con llave. Cuando entré en el que había sido su despacho, el alma se me cayó a los pies. Todo estaba lleno de papeles, informes, documentación. La mesa era un muro de papel, en el que, sobre cada carpeta, había escrito: S.W. (Sehr wichtig, muy importante) . Y, además, estaba todo completamente desordenado.
"Comprendí que tardaría meses en poner aquello en orden, en enterarme de lo que había allí. Y decidí renunciar a investigar aquella documentación. Mandé a un ordenanza que la retirara, y me propuse atender solo los asuntos nuevos. Nunca supe que era lo que preocupaba a aquel hombre, y, ya me ve. Aquí estoy".
Quienes me conocen saben que no he cumplido exactamente con este excelente consejo. He cambiado un par de decenas de veces de actividad y de residencia, y mantengo abiertas varias líneas de trabajo de forma normal.
Pero sí hay algo que procuro hacer periódicamente. Cuando llevo más de cinco años sin tocar una documentación, la reviso por última vez antes de enviarla a la incineradora. Salvo que sea un escrito original que mantenga su interés, hago sitio para otros.
Y, lo que es mejor, por si mi fortaleza flaquea, mi mujer está autorizada -fuera de lo que es estrictamente mi despacho profesional, que especialmente en lo que se refiere a los temas jurídicos, dada la lentitud de la Justicia, sería imposible cumplir- para revisar el cumplimiento de esta norma. Lo hace, por supuesto, con mayor rigor y un par de puntos superior, diría yo, en cuanto a la impaciencia por hacer hueco.
Cuando entro en un Juzgado y pongo mi vista por encima de los innumerables legajos que llenan salas, despensas y hasta pasillos, me pregunto si cuando el juez reclama "¡orden en la sala!" no estará proclamando, en realidad y, con el debido respeto, una apremiante necesidad y, por lo tanto, lo que le hace falta es un buen consejo.
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