Hablemos de política, ¿les parece?
Enciende uno la radio o la televisión, recorre con el dial o el mando a distancia toda la gama de frecuencias; abre el periódico de su devoción por cualquier página, y se encontrará, fundamentalmente, con una de estas tres opciones informativas: entrevistas a políticos opinando sobre lo que habría que hacer, pero, sobre todo, de lo que hacen mal los demás; estriptís vergonzantes de desconocidos de los que sabemos mucho más de lo que nos interesaría saber; y juegos de pelota analizados por expertos en sacarle el zumo a lo obvio y borrar neuronas de los cerebros, que suelen aderezarse con encuentros verbales con los protagonistas del espectáculo en los que se opina con rigor paracientífico sobre acciones que serían más propias de guarderías infantiles.
En estos tiempos de agonía, han mejorado sus cuotas de pantalla los políticos; es decir, las gentes que han hecho de la política su modus vivendi (y, por lo que hemos ido viendo, su modus supervivendi). Pero no suelen hablar de política.
Disculpe el lector la trivialidad, pero la política es la gestión de lo que pertenece a todos. No es proponer cambiar la Constitución, ni beneficiarse personalmente, ni pretender arrebatar competencias de otras instituciones, ni ocultar información a los ciudadanos, ni hacer lo posible por reproducirse en el cargo (u otro mayor) como si el honor de´gestionar lo común fuera una fórmula para obtener prebendas.
Hacer una buena política es gestionar lo público de forma que se obtengan los mejores rendimientos de lo común y puesto que estamos entre gente cilivizada (lo que no es imprescindible, por suerte, demostrar), distribuirlo de esa manera más eficiente que supone:
1) que a nadie le falte lo suficiente para vivir -comida, vivienda, ropa, un entorno agradable-, en cualquier edad y circunstancia;
2) que todos tengan acceso a una educación que potencie sus capacidades, sin que se vean limitados por sus orígenes económicos, pero que esa neutralidad no impida hacerse selectiva para que el gasto común no se despilfarre sosteniendo a vagos e incapaces. (1)
3) que se proteja la propiedad y se perfilen sus funciones. Desde luego, la privada, a la que cabrá imponer limitaciones de uso que se enfoquen a la mejora colectiva; y, sobre todo, la pública, que habrá de conservarse y potenciarse con escrupulosos criterios de sustentabilidad.
y 4) que los descubrimientos y avances sanitarios y, en general, todos aquellos que permitan aumentar el bienestar tanto individual como colectivo no desemboquen en el enriquecimiento incontrolado de sus productores o comercializadores y que se garantice, desde la función pública, que la administración y empleo de los avances tecnológicos en medicina y biología no sean privilegio de unos pocos, proveyendo unos mínimos sanitarios generales.
Hablemos de política. Cambiar las reglas comunes, redactar una nueva Constitución, modificar la forma del Estado, etc. no es política. No es responsabilidad de los que viven de la política.
Es materia que pertenece, por esencia, al pueblo, a la sociedad civil, que contará, para su adecuada articulación, con quienes son especialistas en derecho constitucional y en los planteamientos formales que sean preciso, para redactar los esquemas básicos que deban ser seguidos, luego, por los políticos .
¿Por qué no nos hablan de política los políticos? ¿Se sienten más cómodos suplantando la función del pueblo, al que, sí, representan constitucionalmente, para ejecutar los programas que han presentado a la votación electoral, pero no pueden sustituir en aquello para lo que no tienen mandato?
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(1) La frase está más bien destinada a los discentes; pero, sin mucho esfuerzo de adaptación, podría acomodarse a los docentes.
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